12/8/07

LA BICHA

(Disclaimer: es la última vez que hablo de este tema en el blog)

Cuando pasan cosas como el secuestro de la última edición de El Jueves, reacciono con indignación, con ganas de montar un pollo. Luego, por lo general, se pasa el calentón, y uno mira las cosas con más calma, y puede llegar a comprender en parte las posturas opuestas a la propia.

Pero con el secuestro de El Jueves, la indignación no ha dejado paso a la comprensión, sino al repelús. Porque cuando se analiza el proceso psicológico que ha motivado el secuestro, se entra en contacto con los peores posos de la historia reciente de España. Se percibe un tufo a caverna, a encerradero, a sotana sudada, a café, copa y farias.

Intentemos olvidar todas las molestias particulares y subjetivas que la portada haya podido provocar, y centrémonos en el asunto judicial. El motivo por el que la Fiscalía actúa –de oficio, por cierto- son unas presuntas injurias a la Corona, contenidas en una caricatura de los príncipes de Asturias publicada en la portada de la revista. Ahora bien, la contemplación directa de la portada –insisto, dejando de lado simpatías o antipatías personales hacia la Casa Real- no permite apreciar dichas injurias.

Recordemos por un momento que no es ámbito de trabajo de la Fiscalía juzgar si El Jueves es o no una revista grosera, oportuna o educativa. La Fiscalía actúa cuando hay indicios de delito, no de incomodidad. Por lo tanto, el que El Jueves sea abiertamente crítico y burlón con la Corona, o que sea una publicación de mal gusto, o alegaciones similares, están fuera de lugar en esta discusión. La crítica, la burla y el mal gusto no son constitutivos de delito. La injuria lo sería. Pero repito: ¿dónde está la injuria?

Según el 208 del Código Penal, “es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación.”

En primer lugar, no hay por ningún lado una mención explícita a la identidad de las personas dibujadas. No se dice por ningún lado que se trate de los príncipes de Asturias. No hay nombres. Coincidirán conmigo en que es muy complicado lesionar la dignidad de una persona sin siquiera nombrarla.

Aducirán los que apoyan el secuestro que, en realidad, cualquier observador avezado puede reconocer a los príncipes de Asturias en las figuras dibujadas.

Protesto, señoría: argumentativo.

El posible parecido entre una figura dibujada por un artista y un supuesto modelo real, especialmente cuando se trata de una caricatura, sólo se puede medir desde una óptica subjetiva, y por lo tanto desprovista de todo valor jurídico. Usted piensa que se parece, otro pensará que no se parece. Punto.

Pero en segundo lugar, y mucho más grave, sorprende el hecho de que, incluso aceptando que el dibujo de la portada represente a los príncipes de Asturias, es que no hay nada en ello constitutivo de injurias. ¿Dónde se menoscaba su fama, dónde se atenta contra su propia estimación? Yo no diría que la alusión satírica a que el Príncipe de Asturias no ha trabajado en su vida sea una injuria. Es, más bien, una crítica al hecho incontestable de que la condición hereditaria de su cargo le garantice la permanencia en el mismo, independientemente de sus méritos profesionales.

¿Es una crítica agresiva, burlesca, molesta quizá? La respuesta a esa pregunta es indiferente desde el punto de vista jurídico. Porque una interpretación burlesca, satírica, de un hecho constatado -el príncipe de Asturias seguirá siendo heredero de la Corona trabaje o no trabaje-, aun pudiendo ser molesta, aun pudiendo ofender a los simpatizantes de la Corona, no está tipificado como delito. No es una injuria.

No hay ninguna injuria a la Corona en esta portada... A no ser, claro, que analicemos la actitud de las figuras dibujadas. Su colocación.



Bienvenidos al repelús.

Porque si la Fiscalía considera injuriosa la insinuación de que Doña Letizia Ortiz es, de vez en cuando, penetrada por su marido Don Felipe de Borbón... Y si, tras la Fiscalía, el juez del Olmo, el Gobierno en pleno, y la inmensa mayoría de la prensa profesional están de acuerdo... Yo, oficialmente, tengo miedo de vivir en este país.

Cándido Conde-Pumpido, el juez del Olmo y muchos otros implicados en la medida son, lo queramos o no, hijos de otra España. Criados en una doctrina nacionalcatólica que consideraba la mayoría de las prácticas sexuales como un pecado. Se formaron en una sociedad que censuraba la búsqueda de placer. Fueron educados en una moral que condenaba la masturbación, el sexo oral, la homosexualidad. Puede que, públicamente, en su edad adulta, no comulguen con ese fanatismo. Pero en su juventud aprendieron bien la lección. Y de vez en cuando, algo le despiertan a la bicha que llevan dentro, y no son capaces de controlarla.

Me descorazona la certeza de que, si los príncipes de Asturias hubieran aparecido acostados en la cama, castamente tapados con las sábanas, mientras fuman el cigarrillo de después, no habría habido ningún problema. Con el mismo diálogo. Exacto. Algo me dice que se habría evitado el secuestro incluso si los hubieran dibujado copulando, pero en una posición más acorde con lo que la Iglesia, en su inmensa sabiduría sobre coitos, considera decente. Un misionero como Dios manda, que es la postura Normal que los matrimonios católicos Normales adoptan para el objetivo Normal del coito, que es ni más ni menos que la procreación.

Follar sí, pero sin posturitas. Esa parece ser la doctrina de la Fiscalía.

O sea, que ahora, en España, hay posturas decentes y posturas injuriosas. Y la Princesa de Asturias, en su condición de Alteza Real, jamás se pondría a cuatro patas. ¿Es eso lo que trata la Fiscalía? ¿Trata de convencernos de que una española decente folla mirando a la cara? ¿Trata de protegernos de turbadoras imágenes mentales de princesas mamando penes, o –Dios nos libre- recibiéndolos en sus reales anos? ¿O es a ellos mismos a quien tratan de protegerse?

En ese caso, les sugiero que vuelvan a retocar el Código Penal, para introducir artículos tan necesarios como: “Se considerará injuria a la Corona la representación pictórica de la Princesa de Asturias con la cara llena de semen”.

Muchos amigos escritores y periodistas están preocupados por lo que consideran un paso atrás en la libertad de prensa. Otros dicen que les han hecho un favor a El Jueves. Otros, sencillamente, se divierten con la ilustrativa anécdota sobre la incultura que demuestra del juez del Olmo reclamando ¡el molde! original del dibujo.

El molde, señor mío, lo rompieron cuando le hicieron a usted. Gracias a Dios.

A mí más que la libertad de prensa en España, me preocupan dos cosas:

La primera, que todo este escándalo se haya iniciado en un programa de televisión de España: Aquí hay Tomate. Recordemos: la Fiscalía ha actuado de oficio, no de parte. La Casa Real ha dicho que ellos no denunciaron nada. Pues ya lo saben, si presuponían ustedes que para asumir el cargo de Cándido Conde-Pumpido hacía falta un nivel cultural superior a la media, recuerden que nada de esto habría ocurrido si el señor Fiscal no estuviera viendo el Tomate después de comer, como el peluquero de Parla, el mecánico de tunning de Hospitalet y la esteticien de Dos Hermanas.

Y segunda, la bicha: cada vez veo a más españoles que se definen a sí mismos como izquierdistas, o al menos demócratas, pero en sus actitudes muestran un autoritarismo y un afán represivo que espeluzna. Es un síndrome que se extiende de forma preocupante. Sus víctimas son esos que tienen muchos amigos homosexuales, pero lo de permitirles criar hijos vamos a dejarlo, qué barbaridad. Esos que no tienen nada en contra de los inmigrantes, pero con las pateras algo había que hacer: levantar un muro, yo qué sé. Y son, claro, esos que se rasgan las vestiduras por la libertad de prensa, pero tampoco ven tan mal el secuestro de El Jueves, porque hay que ver qué mal gusto.

Todos esos llevan dentro la bicha, un alien introducido por la otra España, la de antes, la de la sotana sudada. Un alien programado para saltar ante determinados usos de la libertad. Sobre todo, aquellos que tienen gracia. Les reconocerán por su grito de guerra: no se puede confundir la libertad con el libertinaje. No lo duden, el que dice eso, lleva dentro la bicha. Es un facha en potencia.

Esa actitud, sobra decirlo, donde más se nota es en la clase política, que pretende arreglar el mundo por la sencilla vía de prohibir estropearlo. ¿Que los chavales se emborrachan? Lo prohibimos y les damos de hostias. ¿Que la gente corre mucho con el coche? Le amenazamos con más multas. Qué coño, con la cárcel. Ahora quieren prohibir programar el GPS mientras se conduce.

Qué falta de perspectiva. Con lo sencillo que sería prohibir hacer el imbécil.

La próxima entrega de la bicha podría ser prohibir el porno. ¿No prohíben los videojuegos porque fomentan la violencia? Pues usted me dirá, señor Fiscal, de dónde habrán sacado la inspiración los degenerados de El Jueves. Por mi parte, voy a empezar a reunir firmas para prohibir que las mujeres practiquen felaciones de rodillas. Es una postura humillante y anticonstitucional.

Ya saben: poniendo las barbas a remojar. Que nunca se sabe.



(Publicado originalmente el 24.7.2007)

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