31/7/07

LA FOX, INVADIDA POR ALIENÍGENAS

(Publicado originalmente el 2.5.2006)


Voy a explicar sucintamente por qué la segunda temporada de House es mucho peor que la primera, y por qué la cuarta temporada de 24 es una mierda pinchada en un palo: porque los personajes expresan sus sentimientos en voz alta.

Esto, que es preceptivo en una telenovela, es imperdonable en una serie de acción o de intriga.

Punto. No hay más que hablar. No pienso discutir sobre el tema. Si ustedes opinan lo contrario, escriban en conciencia. Pero procuren estudiar algún oficio, porque acabarán necesitando otra manera de ganarse la vida.

Como hay Dios.

Y ahora, les reproduzco la conversación que, tras la primera temporada de House, David Shore mantuvo con el alienígena hijodeputa que ha suplantado al mandamás de la Fox, y ha convertido sus mejores series en un truño garduño.

(Si cambian nombres y títulos, poco más o menos es la misma charla que tuvo el alien con los responsables de 24.)


ESCRIBIR

(Publicado originalmente el 25.4.2006)


Hace nada hablaba por aquí del manoseo que sufre el guión desde que sale de la impresora hasta que se ilumina la pantalla.

Ahora, el Ciclo "Los Guionistas en la Biblioteca Nacional" sienta ante el micrófono... A un montador.

Cierto que un montador creativo es una presencia recurrente en las pesadillas de muchos guionistas. Ya he contado por aquí alguna de mis experiencias con los director’s cut, y creo que el adjetivo que las definiría con más precisión sería, por motivos obvios, “castrante”.

Pero José Salcedo ha firmado el montaje de docenas de películas. Alguien que tiene tres Goyas, que ha sido nominado en diez ocasiones; que en 1989 acaparaba tres nominaciones diferentes al Mejor Montaje... Alguien así no manosea. Su excelencia profesional está fuera de toda duda.

Que el señor Salcedo considere el montaje la “escritura final del guión cinematográfico” podría parecer ofensivo, y me consta que a algún compañero le ofende, pero estoy seguro que se trata sólo de retórica.


El montaje es, como su nombre inglés indica, la edición final de la obra. El montador puede quitar o recolocar, a veces de forma decisiva y genial, pero jamás escribir. Afirmar lo contrario sería como decir que el director de fotografía participa de forma decisiva en la interpretación. Es cierto que sin su trabajo, no veríamos a los actores. Pero es una labor ajena a la interpretación, como la carrocería de un coche es ajena al motor.

Todos los jefes de equipo de una película funcionan de forma simbiótica. Ninguno es menos artista que otro... Con dos excepciones: el director y el guionista. Por seguir con la metáfora automovilística: el guionista representa el motor, y el director el piloto. El resto de miembros del equipo son imprescindibles, pero intercambiables. No trato de restarles mérito, sólo de acotarlo.

Asistiré a la cita de esta tarde con la mente abierta, porque la enorme experiencia del señor Salcedo resulta estimulante, por encima de rencillas gremiales. Pero me habría gustado algún tipo de aclaración en la invitación, que dejase bien claro este caballero no es guionista.

Porque para ser guionista, hay que escribir guiones.

NORMALMENTE NO HAGO ESTAS COSAS

(Publicado originalmente el 24.4.2006)

No me gustan las aglomeraciones. Así que, normalmente, trato de evitar los memes, los emails colectivos y ese clásico blogosférico que consiste en glosar las sorprendentes keywords o palabras clave que los buscadores relacionan con tu blog.

Esas enumeraciones, además de narcisistas, me resultan tediosas. Todos sabemos qué es lo más buscado en Internet: ¿cuántos blogs más van a mostrar su sorpresa porque alguien ha llegado hasta allí tecleando insensateces relacionadas con el sexo? Y el motivo de su sorpresa siempre es el mismo: ¡esto no tiene nada que ver con mi blog!

Pero hoy he estado un rato mirándome el ombligo (léase el contador de visitas), y he visto algo que me ha empujado a sumarme a esta pérdida de tiempo. Y es que alguien ha llegado aquí buscando algo que no tiene nada que ver con el alargamiento de pene, el crecepelo ni la Viagra. Alguien ha llegado aquí buscando la verdadera esencia de mis artículos. Alguien ha señalado directamente a la verdad, amigos.

Como todo guionista -o autor en general-, sufro una cierta angustia cada vez que presento una obra al público. Siempre se tiene miedo de defraudar sus expectativas. Pero hoy, por una vez en mi vida, sé que hay un espectador que habrá encontrado en mi obra exactamente lo que buscaba. Ese internauta anónimo buscó nada más y nada menos que:

El blog de un mierda de ególatra



Gracias, Google.



LA CAGARRUTA

(Publicado originalmente el 17.4.2006)

Ya es oficial. Una productora me ha ofrecido un puesto de Director de Contenidos. De aquí a nada podría convertirme en jefe de otros guionistas. Es la primera vez en mi vida que me ofrecen ser jefe de algo. He dirigido equipos cuando trabajaba de realizador, cuando dirigía mis cortillos... Pero la autoridad siempre era coyuntural, nunca nominal. Esta vez va en serio.

Mi lado artistilla me advierte que en vez de escribir guiones, me pasaré el día haciendo calendarios y memorandos. Mi lado burgués apunta que podría cobrar menos que siendo guionista freelance. Mi lado vago tiembla ante la perspectiva de tener que vestirme todos los días: adiós a esas largas jornadas en pijama.



Pero mi lado Capitán Garfio, ese que siempre acaba imponiendo su criterio en mi vida, me recuerda que en el show-business todo se reduce a un único concepto: control. Desde que el guión está terminado, hasta que se convierte en obra audiovisual, tiene que sufrir un incesante manoseo: pre-producción, producción y post-producción acumulan una enorme cantidad de personal, gran parte del cual, seamos sinceros, no entiende el guión. Y casi nadie lo considera un problema propio.

Es la hostia: cuando uno no entiende, pongo por caso, un logaritmo neperiano o un párrafo de Nietzsche, automáticamente asume su falta de inteligencia o de conocimientos. Pero ciertos -ALGUNOS- realizadores, ejecutivos, actores, montadores, etc., cuando no entienden algo tan simple como el guión de una serie española, automáticamente deciden cambiarlo. Aportar ideas para mejorar el texto. O sea: dejar la cagarruta.

La cantidad de talento que el guionista consigue transmitir al público con una obra es inversamente proporcional al número de cagarrutas depositadas sobre el guión. O dicho de otro modo: es directamente proporcional al control que tenga el guionista durante el proceso de transformación. Un guionista español, hoy por hoy, tiene el mismo control sobre la obra final que un meritorio de producción. (Que un meritorio de producción tonto. Uno listo tiene mucho más.) En mi carrera, he vivido ejemplos muy desagradables de lo que ocurre cuando alguien no se toma en serio el guión. Y pienso que un puesto de director de contenidos me ayudaría a no vivir más experiencias como esas.

De hecho, creo que las películas y series españolas no dejarán de ser percibidas como una mierda por gran parte del público culto (nótese el uso de la cursiva) hasta que sus creadores tengan más control que nadie sobre el producto final.

Y sí, he dicho “creadores”.

Tomemos como ejemplo cualquier serie norteamericana. Cualquiera. ¿Qué rótulo cierra siempre –siempre- la secuencia de créditos? CREATED BY. En España, ese crédito apenas existe. Es más, cuando un guionista pide un tratamiento similar, suele ser tachado de ególatra, amenazado con el despido, o sencillamente ignorado. No ya por productores y ejecutivos, sino por muchos otros guionistas.



Los guionistas españoles tenemos un síndrome de Cenicienta galopante. Lloriqueamos por nuestras carencias, pero tenemos el cuajo de criticar a quien lucha por superarlas. ¿Qué clase de Príncipe creemos que vendrá a sacarnos del arroyo? Unos lo llaman Sindicato, otros Ley. Otros no creen en Príncipes, sino en Dragones: el Intrusismo, el Amiguismo, el Productor Malvado.

Yo no le pongo mayúsculas a lo que nos falta: se llama dignidad profesional. Y el enemigo está en casa. El que clama por un sindicato, tanto como el que se lamenta del intrusismo, debería plantearse si no estará eludiendo la cuestión principal: hay que empezar por valorar el propio trabajo. No en las charlas de café, sino en los contratos que firmamos. No en las reuniones de guionistas ni en las asambleas de ALMA, sino en la jodida soledad del despacho de un productor.

Antes de gritar a mí la Legión, hay que hacerse Legionario. Si nunca te has atrevido a reclamar lo que es tuyo, ¿por qué esperas que los demás lo hagan? Por mi parte, hace mucho que dejé de soñar con Fuenteovejuna. A nadie de esta industria se le escapa que el guión es el gran valor añadido. Pero nadie asumirá lo que eso implica en términos económicos si el guionista no trabaja por ello. El guionista, no todos los guionistas. Nadie regala nada, y menos a la clase trabajadora.

Si acepto este puesto no es porque me guste mandar –que me gusta, y creo que lo hago aceptablemente bien-. Tampoco será por tener un sueldo fijo y un despacho en Castellana –aunque no le haría ascos ni a una cosa ni a la otra-. Quiero aceptar este puesto para que mi trabajo sea mejor. Para rebajar el número de cagarrutas.





P.S. Encontrarán una inteligentísima reflexión sobre la profesionalidad del guionista en el blog de John August. Si lo prefieren, pueden leerlo impecablemente traducido por Daniel Castro, el Guionista de Chamberí.

SONRÍE, DIOS TE AMA

(Publicado originalmente el 5.4.2006)

Hay un capítulo de Los Simpsons en que una compañía de medición de audiencias instala un audímetro en casa de Homer y Marge. A partir de entonces, la que era una familia de palurdos se hincha a ver documentales y programas de cultura: les avergüenza que la gente sepa lo que realmente les gusta: seriales, talk-shows y concursos.

Todos tenemos vicios, y es natural querer preservarlos de la mirada ajena. Un adicto a los antidepresivos puede que confiese a sus amigos íntimos que falsifica recetas para conseguir Orfidal, pero ¿qué creen que contestará si un encuestador le pregunta su opinión sobre la automedicación?

La gente encuestada responde a las preguntas movida por el instinto social de agradar. La certeza de que sus palabras serán Socialmente Representativas provoca hipocresía: responden lo que creen que se espera de ellos.


Las encuestas son basura. Todos el mundo lo sabe. Si los sondeos electorales se pagasen después de las elecciones, dejarían de existir. Pero no es así, por supuesto: el vidente cobra cuando predice el futuro. Y si quieres garantía, cómprate una tostadora. Las encuestas son la religión de los políticos. Sólo la fe puede llevar a creer en teorías como: la mitad de los encuestados ha dicho que nos votará, luego vamos a ganar las elecciones.

Las encuestas no existen para resolver dudas, sino para reafirmar convicciones. Que es, al fin y al cabo, la razón de ser de la religión: asegurarte que lo que has dado por bueno es lo que Dios daría por bueno. Ergo es bueno. Bueno que te cagas.

Tomemos como ejemplo el caso real de una serie de televisión. Pongamos por caso que usted trabaja en una telenovela de éxito. Pongamos que es, incluso, el único estreno rentable de una determinada cadena en todo el año. Pongamos que ha tenido buenas críticas en los más importantes diarios del país, y en varias publicaciones especializadas. Cercano ya el final de la primera temporada, la cadena se replantea, oh sabiduría, hacer una continuación de la serie.

Pero antes, cómo no, le encarga al Departamento de Análisis de Contenidos que realice un pretest: una encuesta, vaya. No me explico por qué llaman “Análisis” a juntar a veinte peluqueras de Parla y preguntarles si les gusta la serie, pero así es.

¿Y cómo realiza la encuesta el Departamento de Análisis? Muy sencillo: reflejando en las preguntas los temores del ejecutivo de la cadena ante la continuación de la serie. Pongamos que el ejecutivo valora positivamente la serie, pero le preocupa que la protagonista no esté lo suficientemente buena. (No sean incrédulos. Esto es así.) Puede usted apostar una mano a que el pretest incluirá una pregunta como esta:

-¿Considera que los protagonistas podrían ser más atractivos?

En el nombre de Dios, ¿qué esperan que conteste un grupo de personas que se declara consumidor habitual de telenovelas? No hay ser humano sobre la faz de la tierra lo bastante bello como para superar esa pregunta.

Como pueden imaginar, las conclusiones que se sacan de una encuesta tan dirigida siempre son las mismas: que debería cambiarse la serie para que se parezca a otra que está teniendo éxito. Da igual que esta también tenga éxito. En realidad, el subtexto de todo pretest es: haz caso al ejecutivo, que es el que manda.

Los pretests, los cualitativos, los sondeos de todo tipo, sólo existen porque la arrogancia es la hermana de la ignorancia. Los ejecutivos que deciden lo que usted ve en televisión son tan ignorantes y estúpidos, que su arrogancia les empuja a gastar fortunas en demostrar que él sabe perfectamente lo que el público quiere ver. Sería mucho más fácil dejar que los profesionales nos ocupásemos de eso. Pero entonces no habría manera de justificar sueldos astronómicos y cuentas de gastos.

Y digo yo: ¿qué credibilidad tiene un departamento que critica el único éxito que ha tenido la cadena en todo el año, y aprobó el resto de fracasos? Aun así, algo me dice que el Departamento de Análisis será uno de los que menos sufra el recorte de plantilla de TVE. Ya saben: cuanto más impopular se sabe el dictador, más gasta en aduladores.


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Actualización: Acho da caña a Sofres en este divertidísimo post sobre los audímetros. Si aún no conocían su blog, ya pueden ir pinchando.

Actualización: el gran Topor nos ofrece una opinión genuina, sin manipular, captada al vuelo. Si quieren saber lo que realmente piensa el espectador medio, nada mejor que poner la antena en el súper. La Verdad está en el aire.

PUTAS

(Publicado originalmente el 22.3.2006)


En una escena de Bullets Over Broadway, de Woody Allen -la más lúcida mirada sobre el trabajo del escritor dramático de la historia del cine-, un joven dramaturgo llamado David Shayne se despierta en plena noche, atribulado por las tremendas concesiones que tiene que hacer para estrenar su primera obra en Broadway. Shane se asoma a la ventana y grita:




El insigne guionista, dramaturgo y director David Mamet publicó en 1994 una recopilación de notas y ensayos sobre su trabajo en el teatro y el cine. Un libro fundamental que tituló significativamente Una profesión de putas.

No son los únicos autores que han pronunciado esa verdad esencial. Es un hecho. Los guionistas somos putas. Fabricamos satisfacción a medida, y lo hacemos por dinero.

Que nadie se confunda: esto no es un lamento, ni una disculpa. Ser puta no es malo. Tampoco inhabilita para vivir el verdadero amor. Se puede ser santa de día y puta de noche. De hecho, quizá sea la forma más divertida de vivir. Hay clientes encantadores que pueden llegar a ser buenos amigos. Follar con ellos puede ser tan divertido como con cualquier novio.

Para sobrevivir siendo puta, sólo hay que seguir unas sencillas normas:

- No lo hagas nunca sin condón.
- No fíes nunca, ni hagas rebajas ni regalos.
- Jamás te enamores de un cliente.


Hacerlo sin condón abre la puerta a todo tipo de enfermedades. Podrías ser plagiado, expoliado, mutilado o tergiversado, y pasar meses esperando a cobrar, sin figurar siquiera en créditos.

Hacer rebajas es una estupidez. Tu categoría es directamente proporcional a tu precio. Empieza a hacer rebajas, y acabarás en la Casa de Campo. Porque la voz se correrá -con perdón- y todos los clientes querrán descuento.

Pero enamorarse de un cliente... Eso es un pecado capital: conoces a un tío al que le encanta tu forma de escribir. Es simpático, se paga copas, alguna comida de vez en cuando... Y en vez de conformarte con eso, como además de puta eres ingenua, un buen día estás cediéndole gratis un proyecto. En otras palabras: le dejas vivir en tu casa. O, como dice el refrán: encima de puta, pones la cama.

Al poco tiempo, tienes la cocina hecha un desastre, hay pelos en la ducha, y el salón está lleno de desconocidos que ponen los pies encima de la mesa y opinan chorradas sobre tu trabajo. Al final, lo más probable es que tengas que mudarte, porque allí no se podrá vivir. Y si te quejas, el diálogo sonará parecido a esto:

PUTA.- Yo creí que me querías. Que te querías casar conmigo.
CLIENTE.- Pero ¿qué dices? ¡Si tú eres una puta! ¡P-u-t-a!




Todas las putas conocemos esas reglas, todas las consideramos fundamentales. Y todas nos las saltamos alguna vez. No pasa nada: somos humanos. Y las putas somos buena gente: confiadas, generosas... Ingenuas. Es normal que de vez en cuando nos den el palo. No te flageles cuando te pase. Mientras guardes para ti una pequeña parcela de pureza, todo irá bien.

Pero no te engañes: si follas por dinero, eres puta.

TORRENTE

(Publicado originalmente el 17.3.2006)


El otro día se montó un pollo cuando dije delante de unos amigos cinéfilos que Torrente III era el único título que merecía el Premio Goya a la Mejor Película de 2005. Voy a intentar explicarlo, sin frenesí etílico de por medio –ajeno, claro-; y sin que nadie me interrumpa para rasgarse las vestiduras.

El cine español está en crisis. Hasta aquí llegamos todos, ¿no? La naturaleza de esta crisis es doble, a mi modo de ver: financiera y creativa.

Crisis financiera, por el destacado lugar que ocupa el dinero público en la financiación de una película. Sin subvenciones y sin televisiones –que invierten obligadas, o sea: subvencionan-, el 90% de los proyectos se quedan en eso: en proyectos.

Crisis creativa, por el tipo de producto ultraconservador que impone ese modelo financiero: donde no hay iniciativa privada, no hay riesgo. No hay nada más conservador que un mecenas. Sólo le interesan las obras que le representen. Y el más conservador y manipulador de los mecenas es el Estado.

La crisis financiera provoca falta de competitividad, marketing negligente, y lo que suelen provocar las políticas de subvención: pan para hoy y hambre para mañana. La crisis creativa produce un divorcio con el público, y el rechazo del espectador hacia la propia cultura: españoladas no, gracias.

¿El resultado? Hipocresía. El discurso sociopolítico del cine español y de sus agentes económicos es asquerosamente hipócrita:

-No hacemos buenas películas, pero hacemos cultura. ¿Qué prefieren? ¿Cultura aburrida o diversión inculta? Y antes de decidir, recuerden que las películas españolas las pagan ustedes con sus impuestos.

Como espectadores, estamos dispuestos a tragarnos películas que no nos entretienen, que no nos gustan; pero que satisfacen mínimamente nuestro sentido de corrección política. Que nos permiten decir: éste es el tipo de películas que la sociedad necesita (y yo no soy tan gilipollas pagando estas obras con mis impuestos, porque al menos no son inmorales).

Voy a tomar como ejemplo Princesas, aunque muchos de los razonamientos podrían extrapolarse a cualquiera de las otras nominadas. Quien va a ver Obaba sabe que es una adaptación de una gran obra de Bernardo Atxaga, lo que le otorga automáticamente el beneficio de la duda. Quien acude a ver 7 Vírgenes es consciente de la importancia social de su discurso, de lo mal que lo pasan los chavales marginados. La Vida Secreta de las Palabras apela a la humanidad del público de una manera muy agresiva. Parece que si no te gusta esta historia, eres un insensible.

Seamos serios, Princesas no es una buena película:

• ¿Qué hace Candela Peña de prostituta? Su familia tiene dinero, no tiene deudas ni chulos que la obliguen, y no le gusta. ¿Por qué no lo deja?
• ¿Qué absurdo juego de palabras es ése de llamar Caye a una prostituta? Hace la calle y se llama Caye. Parece un verso de un cantautor subnormal.
• ¿De dónde sale esa peluquería donde todas las clientas son putas, sólo hablan de cosas de putas, y tienen enfrente una plaza donde trabajan –oh, sorpresa- más putas?

No es sólo que no sea una buena película. Es que, como cine social, es un completo error. El público la acepta porque la tesis de su historia es políticamente correcta: las putas también son personas. Es imposible estar en desacuerdo con eso. Es tan evidente que insulta.

Pero, para mí, hay una verdad mucho más evidente durante el visionado de Princesas: me aburro.

Todo cineasta, todo comunicador, sabe que esa reacción es sagrada. Queda muy bien despreciar el cine comercial, pero nadie puede negar que el público es soberano. El drama, el teatro, el cine... Son la máxima expresión de la democracia. Se convoca al pueblo para conmoverle, divertirle, hacerle estremecer...

Jamás para provocarle un bostezo. Si el público se aburre, se larga.

Casi nadie se larga de Torrente. Corrijo: casi nadie que no sea crítico, o cinéfilo declarado, o de cualquier otro modo se haya erigido en representante político. O sea: no-pueblo. Estoy por asegurar que el 90% de la gente que sale de ver Torrente dice que le ha gustado. No que es una película necesaria, ni que es una película muy hermosa, ni muy inteligente.

No, que le ha gustado, coño. Que se ha reído, que se ha pasado dos horas sin pensar en el trabajo, ni en sus problemas, y que además ha reconocido a una serie de personajes más o menos reales, metidos en conflictos más o menos reales, desempeñando acciones y reacciones plausibles pero a la vez sorprendentes...

En fin, una película.

Yo no he visto otro título así en 2005. Y Torrente no sólo atrae al público por su aparato de marketing. Recordemos que el primer Torrente se estrenó sin pena ni gloria, y fue el boca a boca lo que convirtió la película en un fenómeno.

Torrente da lo que promete. Princesas no. Porque verán: toda película promete, como mínimo, que no va a aburrir. Se puede hablar del drama de la prostitución sin que parezca una clase de ética de Bachillerato. Lo que no es de recibo es adoctrinar al personal a 6 euros por barba, y encima ir de cineasta molón.

Yo he pasado tardes enteras detrás de la barra de un bar poniéndole cubatas a un capitán de la Policía Nacional que estaba de servicio. Y después de apretarse siete u ocho copazos de importación –y de invitar a un colega a otros tantos-, el cabrón sacaba un billete de mil pelas y decía:

-Cóbrate aquí, chato. Y quédate con la vuelta, que hoy me siento generoso.

Como comprenderán, cuando yo vi la primera entrega de Torrente, pensé que eso era casi un documental.

Soy capaz de aceptar que a alguien le desagrade la estética de Torrente. Pero eso es un elogio a la película. Torrente habla, y de qué manera, de la inefable chapuza nacional. Muestra con auténtica crudeza los inquietantes flecos del fascismo que aún quedan en las Fuerzas de Seguridad del Estado. Escenifica lo peor del machismo, de la incultura y de la zafiedad nacionales. Y lo que es mejor: lo hace entre pedos y chistes, de una manera liberadora, descarnada, catártica. Divertida, coño.

Las innegables torpezas del guión de Torrente III; la saturación mediática en los días previos al estreno; la vulgaridad inherente a su personaje protagonista; no llegan ni de lejos para negar que es la mejor película del año. Lo que ofende a los biempensantes es que el guión no se rebaje a explicitar la ironía, a demostrar la distancia moral que separa al autor del protagonista.

Esa hipocresía es la que lleva a la crítica y al publico "culto" a denostar a la película más mayoritariamente aceptada del año. Lla más incisiva en sus temas, la más descarada, divertida... Y española, qué coño.

Señores académicos: se han portado ustedes como unos verdaderos hipócritas. Dejen de hacerse los cultos –que a la vista está que no cuela- y voten en conciencia. Que están consiguiendo hacerme recordar la siniestra máxima de Millán Astray: cada vez que oigo la palabra “cultura”, echo mano a la pistola. Tiene huevos que al final vaya a haber que darle la razón al fantoche este...

MIS DOCUMENTOS

¿Ustedes saben a qué velocidad vuela una bala? ¿Ustedes saben lo que es un sensor biométrico? ¿Ustedes saben cómo se hace una maniobra California?

No. Porque no se han documentado.

Yo sí.

El director de la serie me dijo ayer: "Después de la reunión te pasas por el despacho, que tengo un par de cosillas para ti. Para que te documentes."





Y eso que, de momento, sólo me han encargado un guión...


(Publicado originalmente el 14.3.2006)

UN PASO AL FRENTE

(Publicado originalmente el 14.2.2006)


Había un consejo muy típico que los padres daban antiguamente a sus hijos cuando se iban a hacer la mili.


PADRE.- Recuerda, si el sargento pregunta quién tiene carnet de conducir, tú no des un paso al frente.
QUINTO.- ¿Por qué?
PADRE.- Porque te pondrán a empujar una carretilla con piedras, por listo. Y lo mismo si preguntan quién sabe cocinar. El primero que dé un paso al frente, se pasa la mili pelando patatas.


Aunque yo no hice la mili, he tratado de interiorizar tan sabios consejos. Por ejemplo, cuando voy a fiestas de la productora, nunca digo que soy guionista. Especialmente si hay actores cerca.

Ojo, que no tengo nada en contra de los actores. De hecho, me parecen personas maravillosas... Excepto aquellos que saben que soy guionista. Porque nueve de cada diez te salen con aquello de que tienen ideas para su personaje. Y nueve de cada diez ideas se resumen en ésta: no me matéis.

Un compañero me contó una vez que se le ocurrió decir en una fiesta que era guionista, y en seguida se le acercó una actriz de la serie en la que trabajaba.


ACTRIZ.- Pues yo tengo unas cuantas ideas para mi personaje. ¿Le importa que se las cuente, si tiene un ratito?
GUIONISTA.- (Miente) No, claro, adelante. ¿Cuál es su personaje?
ACTRIZ.- Vecina tres.

El caso es que, como decía, yo no he hecho la mili. De modo que, por mucho que quiera evitarlo, hay veces en que olvido los buenos consejos, y acabo dando un paso al frente cuando menos conviene. Por ejemplo, hoy he cometido el error de ver en emisión uno de los capítulos que escribí para una serie. Que es algo así como enterarte de que tu mujer está con otro, e insistir en espiarla mientras se acuestan juntos. No hay ego capaz de superar eso.

El capítulo ha comenzado con la última secuencia del episodio anterior. Y no me refiero a que hubiese un resumen de lo ocurrido, no. Quiero decir que algún lumbreras le amputó la última secuencia al capítulo de ayer y decidió colocarla al principio del de hoy. La primera en la frente, que se dice.

A medida que avanzaba el capítulo, me he dado cuenta de que a mi texto también le han amputado un par de escenas, una de ellas fundamental para comprender por qué en la siguiente el protagonista aparecía disfrazado de policía. Al final, ha resultado poco menos que eso: una aparición.

Pero eso no es lo peor. El momento cumbre ha sido una situación que se desarrollaba en un antedespacho donde dos oficinistas están trabajando, y de pronto...

Eso es lo que decía el guión original. Pero veamos ahora cómo ha quedado el director’s cut:

David Mamet decía que un guión mejora en la medida en que su autor es capaz de cortarlo. Me parece que alguien en esta serie ha seguido esa máxima sin acordarse de que es su autor quien decide por dónde cortar.

Y hablando de autores: los créditos de hoy los habrá hecho otro lumbreras, porque no ha aparecido ni mi nombre ni el del compañero que escribió el capítulo conmigo.

Claro que, pensándolo bien, no seré yo quien dé un paso al frente para quejarse.

¿Ven? A veces sí recuerdo los buenos consejos.

CAMEOS

(Publicado originalmente el 11.2.2006)


Escribíamos una sitcom sobre un emigrante. Las fuentes del humor eran las clásicas del canon pez fuera del agua: choques raciales y culturales; enfrentamientos entre el novio y el padre de la novia; y también parodias de las peculiaridades locales.

El primer capítulo empezaba con el emigrante tomando un taxi en el aeropuerto, y nuestra intención era que el taxista lo interpretase no un actor, sino alguna celebridad local: un cameo llamativo. Se pensó en un político de fama, en un famoso entrenador de fútbol, en un escritor aclamado... Todos los invitados declinaron la oferta. No sé en qué terminos, pero estoy seguro de que todos temían que su imagen pública perdiese categoría si aparecían en una serie de humor.

El cameo finalmente lo interpretó un famoso transformista local. Ejem... Con todos mis respetos: de un dirigente elegido con abrumadora mayoría a un transformista de voz ronca y lentejuelas, ya hay un trecho. De hecho, la elección no es que devalúe la idea original, es que directamente la contradice: una intervención cómica de un personaje que se presupone serio, siempre es más impactante que un chiste de alguien que va de cachondo a priori.

Muchos de ustedes estarán pensando que fuimos unos ingenuos al pensar que alguna de estas personalidades se prestaría a hacerlo. Pues echen un vistazo a este sketch de Saturday Night Live, porque demuestra la insalvable distancia que media entre las televisiones de la Señorita Pepis que tenemos en España y un espectáculo de verdad.


(Gracias por el vídeo, Teleoperador.)

PECADO ORIGINAL

(Publicado originalmente el 5.2.2006)


“Dios ha muerto. Nosotros le hemos matado. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este acto demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella?”.

Siempre se me viene a la cabeza este pasaje de La Gaya Ciencia cuando me topo con uno de esos libelos sobre las estrellas de Hollywood. Me pasó también leyendo Easy Riders, Raging Bulls, el encumbramiento definitivo de la prensa rosa a las estanterías del periodismo. Y hace un par de años, cuando cometí el error de ver un noticiero en televisión. La primera noticia trataba sobre el internamiento de Maradona en un centro hospitalario. “Al parecer”, dijo la presentadora, “el motivo de su ingreso no han sido las drogas”.

¿Por qué disfrutamos tanto viendo caer a las estrellas? ¿Acaso no es por el inmenso poder que tienen sobre nosotros? Nada hay de atractivo en un ciudadano anónimo detenido por solicitar los servicios de una prostituta. La noticia de un tipo cualquiera que vuelve un día a su casa y se encuentra a su mujer asesinada sólo nos mueve a la compasión. Y un hombre fumando marihuana en la habitación de un hotel tiene un nulo contenido dramático.

Pero si cambiamos al ciudadano anónimo por Hugh Grant; al tipo cualquiera por Roman Polanski; y al del porro lo llamamos Robert Downey Jr., tenemos unos interminables culebrones ocupando titulares en todo el mundo. ¿Es sólo la fama de sus protagonistas lo que multiplica el interés? Yo creo que no. Lo que hace apetitosas esas historias es que muestran el lado débil de gente poderosa.

Los dramaturgos, los magos, los cómicos, tienen una capacidad mágica para seducir, aterrorizar o hacer cosquillas a su público. Y aunque, por un lado, a todos nos encanta que nos hagan eso, también en parte nos inquieta. Porque no nos explicamos cómo lo consiguen.

Juan Tamariz ejecuta uno de sus brillantes trucos y nos quedamos con la boca abierta, sonriendo como bobos, pero también oyendo una voz interior que nos dice: "¿Cómo coño ha hecho eso?"

Y lo que es peor: “¿Cómo es posible que me engañe una y otra vez?”

En el fondo de esas preguntas, hay una sensación de inferioridad: la que se tiene ante alguien que es, indiscutiblemente, más listo que tú.

Por lo general, el artista consigue que el público mire a su obra, no a él. Pero en esta enloquecida sociedad de la información no nos basta con la obra de arte, queremos saber más del artista.

En el fondo de ese voyeurismo galopante subyace la insensata ambición de que nos cuenten el truco. El impulso que lleva a un espectador a ver un making of, o a interesarse por la vida privada de una estrella, no es un disfrute verdadero. Es la misma mezquindad que lleva a probar la fruta prohibida, a matar a la gallina de los huevos de oro.

Pero son los huevos lo que tenemos que disfrutar. La gallina no tiene nada de especial. En el momento en que conoces el truco, la magia ya no existe. ¿Quién quiere eso? Sólo una persona lo suficientemente vil como para odiar la virtud ajena. Esa persona cree que la desgracia de los seres superiores le hace a ella menos inferior.


Es la gente que usa frases como “ese se mete de todo”; la que pregunta cosas como “en ese mundillo hay mucho maricón, ¿no?”; los que aseguran que “a ése se le ha subido el éxito a la cabeza”. Son esos que, en el colegio, temblaban de emoción cuando el listo de la clase salía a la pizarra. Estaban rezando para que se equivocase.

No es sólo envidia. La envidia consiste en desear lo que otros tienen. Es mucho peor desear que nadie tenga lo que tú no consigues tener.

AGATHA CHRISTIE AL DESNUDO

(Publicado originalmente el 15.1.2006)

Poco antes de Navidad, durante una reunión de trabajo en Valencia, me encontré en el diario La Vanguardia una noticia muy inquietante: se había descubierto el secreto de Agatha Christie. Y no cualquier secreto: nada de amantes polémicos ni vicios inconfesables. El secreto... de su éxito.


Como todo el que se gana la vida gracias al favor del público; como todo aquel que se ha dado alguna vez de bruces con el fracaso, a veces siento envidia de la gente que trabaja con arreglo a modelos matemáticos.

Cuando uno se dedica a fabricar, por poner un ejemplo, zumo de frutas, la vida es fácil. Sólo hay que aplicar la fórmula paso a paso, y el zumo sabrá bien. Con toda seguridad. Pero cuando uno se dedica a fabricar ficciones, nunca se sabe cómo reaccionará el público. Y la cantidad de variables que intervienen para provocar el Éxito o el Fracaso son innumerables.

El mismo William Goldman, hablando sobre el tema, aseguraba en su magnífico libro Las Aventuras de un Guionista en Hollywood que, en el negocio de cine, NADIE SABE NADA. Lo escribía así, en mayúsculas.

Comprenderán la inquietud que provoca en un guionista una noticia como esa. Especialmente cuando se encuentra uno lejos de casa, cumpliendo con el compromiso de escaletar, en dos días, dos semanas de una telenovela. En minutos, el equivalente cuatro largometrajes. Que se descubra el secreto de su éxito es secundario. Lo fascinante es la posibilidad de que exista un secreto para el éxito.

Ahí va la noticia. Lean, lean:




Hace años que tengo entradas en el pelo, y eso significa, entre otras cosas, que conozco perfectamente lo que es la Decepción. Aunque enfrenté el artículo con mi natural incredulidad -nunca esperes nada bueno de una noticia firmada por AGENCIAS-, en el fondo deseaba que contase algo revelador.

Pero por el amor de Dios, ¿cuánto tiempo han necesitado esos expertos para llegar a la conclusión de que Agatha Christie conocía el crescendo, el leit-motiv y el sentido común? Desde el Renacimiento, el 90% los éxitos musicales repiten en sus dos últimas notas el esquema Dominante-Tónica. Pero no es ni un secreto, ni una fórmula matemática para el éxito. Eso es lo básico, la primera lección de la primera clase de primer curso de armonía.

No existe una fórmula matemática para el éxito, pero sí para la pedantería: hablar sin saber; presentar obviedades como si fueran descubrimientos; y hacerse llamar experto cuando no se tiene experiencia.

CRÍTICOS

(Publicado originalmente el 3.1.2006)


Imaginemos a un tipo que cuelga una diana en un árbol solitario en mitad del páramo. Luego, toma un dardo –uno solo- y echa a caminar alejándose de la diana. Camina y camina...

Cuando ya está a quinientos metros de la diana, se detiene. Se da la vuelta, encarando el árbol solitario, y traza una línea en el suelo. Retrocede dos pasos, preparándose para disparar el dardo... ¡Con la mano!

A su alrededor, un montón de gente le contempla con desconcierto. Nadie entiende qué pretende el tipo del dardo. Está claro que dar en la diana es imposible. Entonces, ¿qué va a hacer…? Todos le miran expectantes (todos menos uno: un crítico de cine, que busca a su alrededor con la vista, mientras piensa: ¿dónde estarán los malditos canapés?).

Pero volvamos junto al tipo del dardo. Se ha separado unos pasos de la línea: necesita carrerilla. El tipo fija su vista en la diana, que la mayor parte de la gente ni siquiera es capaz de ver; levanta el brazo, toma impulso, da una corta carrera hacia la línea y... Lanza el dardo con todas sus fuerzas.

La gente corre hacia la diana, deseando ver el resultado. Es curioso, porque todos estaban convencidos de que era imposible, pero el mero intento ha despertado su curiosidad.

Y lo crean o no, cuando alcanzan la diana, comprueban que el tipo ha acertado en el maldito centro. La reacción del público es un silencio sobrecogedor: no tienen palabras ante una hazaña tan descomunal. Sólo se oye una voz, a lo lejos... La gente se gira hacia el lugar desde donde el tipo disparó. ¿Quién grita?

Es el crítico, naturalmente, que se ha negado a mezclarse con la multitud. ¿Y qué está gritando? La gente, inexplicablemente, aguza el oído para escucharlo. Por fin distinguen sus palabras. El crítico está gritando:
¡Ha pisado la línea!

EL DON Y EL LÁTIGO

(Publicado originalmente el 16.12.2005)


Estos días se celebra en Madrid la tercera edición del taller “Los guionistas frente al Mercado Audiovisual”, una charla de varias horas sobre cómo adentrarse en esta profesión de forma rentable.

Resulta curioso que haya miríadas de escuelas que cobran centenares, miles de euros, por “enseñar” a hacer cine –en realidad, lo que enseñan es cine ya hecho-, y este excelente taller sólo haya tenido tres ediciones. Claro, así ocurre: cadenas generalistas emitiendo series escritas por becarios, con guiones de trescientos euros. Y en la calle, legiones de chavalotes con un montón de ideas buenísimas, deseando ser expoliados a cambio de una propina ridícula. Y tan contentos, porque su nombre sale en la tele.

Imparte el taller Valentín Fernández-Tubau, verdadero paladín de la dignidad profesional de los escritores audiovisuales. Acompañado de guionistas, abogados y otros profesionales analizará cómo está el patio, y por qué. Y, sobre todo, cómo mejorar la situación. Sin trucos mágicos ni secretos para el éxito. Sólo cifras, datos concretos, y extensos dossieres para cada asistente.

Este fin de semana, yo estaba invitado a la mesa redonda que incluye el taller, en la que algunos guionistas relatan sus experiencias laborales a los alumnos. Es una pena no poder asistir, porque es un campo en el que toda ayuda es poca. En esta profesión hay una lamentable tendencia a confundir a un joven que tiene ilusión con un imberbe iluso. Junto a productores de raza, que se juegan el tipo por sacar adelante buenos productos pagando precios justos, acechan sin embargo bandadas de buitres que todavía no se han dado cuenta de que el guión es el gran valor añadido de esta industria. O peor todavía: que sí se han dado cuenta y, aun así, insisten en obtener duros a tres pesetas.

Valentín, cuando se entera de que un compañero está trabajando por debajo de ciertos baremos, le acorrala contra una pared y le da una charla que le saca los colores. Y con toda la razón del mundo.

Yo no soy tan militante como él: yo creo que es legítimo aceptar un trabajo mal pagado. Incluso uno escandalosamente mal pagado.

Pero sólo uno. Dos ya es pecado.

La excusa típica para cobrar poco es tener la oportunidad de demostrar que tu trabajo tiene calidad. Pero lo cierto es que el artista que se deja explotar no está intentando demostrarle eso a un productor. Necesita demostrárselo a sí mismo. Porque no se lo cree. Por eso una palmadita en la espalda le parece pago suficiente. Y de sobra.

Como decía Truman Capote, cuando Dios te da un don, te da también un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse.

Es tan sencillo como eso: el talento, por naturaleza, duda de sí mismo. La falta de autoconfianza es el veneno de esta profesión, y es que es tan duro aceptar el propio talento antes de que el mundo lo descubra… Primero, por la posibilidad de estar equivocado: ¿qué voy a tener talento? Si lo tuviera, ya habría triunfado. Y segundo, y más importante, por la responsabilidad que supone. Una vez que aceptas que tienes talento, ya no hay excusa para no ejercitarlo.

Es igual que la madurez: una vez que eres adulto, tienes que comportarte como tal. Ya no hay vuelta atrás. Aceptar un trabajo humillante es un síntoma de complejo de Peter Pan. Queremos seguir teniendo el balsámico derecho a equivocarnos: total, por lo que me pagan, ¿para qué voy a hacerlo bien?

La demostración de que uno vale la obtiene del primer trabajo. Si pagan por ello, es que vale. No importa si pagaron mucho o poco. El paso de gigante es llegar a cobrar. A partir de ahí, en este negocio, la valoración profesional va pareja a los ingresos. Ése es el rasero objetivo con el que los productores miden a un guionista. Y hacen bien, porque su trabajo es, entre otros, optimizar los recursos.

Apúntense a la próxima edición del taller, que Valentín, Tomás Rosón, José Luis Acosta y demás superhéroes de Alma y Abcguionistas se lo explicarán mejor que yo.

DE PUÑETERA CASUALIDAD

(Publicado originalmente el 9.12.2005 en lacoctelera.com/pianistaenunburdel)


El otro día, en un descanso del trabajo, discutí con una compañera sobre el azar. Sobre la legitimidad del uso del azar en la narrativa dramática. Ya saben: esas casualidades sin las cuales no habría película.

El arranque de la discusión fueron los tres encuentros casuales que se producen en las calles de Londres en la magistral, inconmensurable Match Point. Encuentros que, al menos un par de ellos, son determinantes en la trama. Encuentros que yo defendía, y defiendo, como perfectamente plausibles, y a los que, como guionista, no pongo la menor pega.

El argumento en contra no era moco de pavo: “claro, como Londres es una ciudad tan pequeña, la gente se encuentra así como así”. Mi compañera se quejaba, en fin, de que el cine actual es una apología de la casualidad: relaciones nacidas del azar, terribles desgracias generadas por una puñetera coincidencia, soluciones caídas del cielo como que no quiere la cosa...

Es posible que así sea. Y supongo que habría una razón para ello. Quizá el crecimiento enloquecido de las ciudades occidentales; la inoculación interesada de una falsa sensación de inseguridad; y el deterioro imparable de nuestros derechos civiles, nos hayan llevado a soñar con azares maravillosos. O terribles, pero plenos de sentido: como los actos de una indefinible divinidad. Algo que nos permita sacudirnos la penosa sensación de ser una hormiga más en mitad de la marabunta, sin el lastre intelectual de tener que aceptar que existe un Dios.

Pero independientemente de las corrientes actuales, mi opinión es que el azar tiene una importante función en el drama, y no tiene por qué ser un recurso narrativo barato.

Un ejemplo de azar “del bueno” sería North by Northwest (Con la muerte en los talones): Roger O. Thornhill está tomando una copa en un hotel. Mientras un mozo pregunta en voz alta por un tal George Kaplan, Thornhill levanta la mano para pedir que le atiendan. En el preciso instante en que preguntan por Kaplan, Thornhill levanta la mano. Una casualidad, sin duda, que hace que unos espías le confundan con Kaplan, y que su vida esté a punto de irse por el retrete. No conozco a nadie que haya puesto pegas a esta coincidencia.

Del azar chungo hay mil ejemplos: la pistola que se encasquilla cuando más conviene; los enemigos que, en lugar de zurrar al protagonista a la vez, atacan de uno en uno y ordenadamente; y el súper-clásico: ese amigo –negro, a ser posible- que aparece inesperadamente para disparar al malo-malísimo en el preciso instante en que éste iba a matar al protagonista.

Cuentan que, en el estreno de Stagecoach (La Diligencia), John Ford fue interrogado por la escena en que cientos de indios persiguen a galope tendido una diligencia, intentando obsesivamente acertar con sus flechas a los pasajeros del coche.

PERIODISTA.- ¿Por qué no disparan sencillamente a los caballos, detienen la diligencia y masacran a los pasajeros?

FORD.- Porque se acabaría la película.

Esa presuntuosa respuesta contiene la solución para muchas de las crisis de ética profesional relacionadas con el uso del azar. Mi postura al respecto es muy sencilla: el azar siempre es legítimo cuando sirve para crear conflicto. Lo que resulta inaceptable para el espectador es que sirva para resolverlo.

En definitiva, la discusión no era en torno al azar, sino a la verosimilitud. O, dicho de otro modo, lo que se discutíamos era la probabilidad de que algo ocurra. Y, en ese sentido, yo soy radical: no podemos permitir que una estadística estropee una buena historia.
Porque las historias tratan siempre de acontecimientos extraordinarios. Un paseo por Madrid en el que no te encuentras a nadie, no tiene ningún valor dramático. Pero si te encuentras a tu pareja entrando a un restaurante con un desconocido, la cosa empieza a mejorar. Y si, oh casualidad, ese día te había dicho que comería en casa de su madre... Esto empieza a parecerse a una historia, algo que hace que el espectador sienta que ha invertido bien sus 6€.

Y es que, seamos serios, el espectador quiere que los personajes se encuentren y diriman sus conflictos. La vía para llegar a ese enfrentamiento conflicto difícilmente será cuestionada. Porque la verosimilitud demandada es inversamente proporcional al espectáculo suministrado, y directamente proporcional al número de minutos transcurridos de película.

Piensen, si no, en las probabilidades que hay de que intenten matarte con una avioneta de fumigación, en lugar de pegarte un tiro como se ha hecho toda la vida. De hecho, es ahora cuando pueden pensar en ello, porque seguro que fueron incapaces de pensar en nada la primera vez que vieron a Cary Grant rebozarse por el polvo intentando salvar la vida, en esa catedral del cine que es North by Northwest.

Y en lo tocante a encuentros casuales, recordemos cómo se lo montaba Shakespeare. Por ejemplo, en El Rey Lear.

P.S. Y ya puestos, ahí va una cita que, después de tanto tiempo, sigue siendo válida para explicar cómo se gana la vida un guionista:

EDGAR
When we our betters see bearing our woes
We scarcely think our miseries our foes.

(Cuando vemos a hombres de superior jerarquía compartir nuestros males e infortunios, casi damos al olvido los propios).

A VER SI SE INVENTAN ALGO NUEVO

Esa es una de las frases que más oigo sobre los guionistas de televisión en España. A ver si se inventan algo nuevo estos guionistas, que todas las series son iguales.
Porque ya se sabe, en España lo que faltan son guiones.


Claro. Guiones y guionistas.
Eso es lo que hace falta.
De lo demás, nos sobra.

Hace un tiempo, trabajando para una telecomedia, un compañero y yo escribimos una trama en la que un comerciante obtiene una gran ventaja económica de una confusión: una clienta piensa -por un malentendido- que el comerciante tiene cáncer, y por compasión le aumenta los pedidos y le consigue montones de nuevos clientes.
El problema es que el comerciante se enamora de la clienta, pero ésta le rechaza porque no quiere enamorarse de alguien que va a morir de cáncer. Con lo cual el tipo se enfrenta a un dilema apabullante: mentir y forrarse, pero renunciar al amor; o decir la verdad y estar con la chica que ama, pero a cambio de arruinar su negocio.

Nos la rechazaron.

En mi modesta opinión, era una trama pistonuda (qué gran adjetivo): de fácil lectura, con un conflicto claro y atractivo, llena de hilarantes situaciones y con un buen puñado de diálogos míticos, que no reproduzco aquí por dignidad: hay que aceptar los fracasos profesionales, y no culpar a "los de arriba" de todos los errores… Aunque sí de parte.

Reproduzco (de memoria) la conversación tras rechazarnos la trama. Seguro que he cambiado muchas cosas, y por supuesto, algunos de los diálogos atribuidos al Pianista debieron ser de Reguilón, pero en general es bastante representativo.


PRODUCTOR.- Esta trama es demasiado fuerte.

PIANISTA EN UN BURDEL.- ¿Por qué?

PRODUCTOR.- No podemos hacer chistes sobre enfermos de cáncer.

PIANISTA.- ¿Por qué? Hay algunos muy buenos. Mira: un niño enfermo de cáncer le dice a su padre: papá, “¿esta Navidad me compras una Playstation?” Y el padre contesta: “tú no vas a llegar a Navidad, pringao.”


Risas.

PIANISTA.- Le dice un niño a otro: “¿Qué te han traído los Reyes?”. Contesta el otro: “libros.”. El primero se ríe: “¿Sólo? A mí me han traído una Playstation, un balón de reglamento, una bicicleta y un montón de juguetes”. Y dice el otro: “Sí, pero yo no tengo cáncer”.

Risas.

PRODUCTOR.- Ya, pero no podemos hacer esa trama.

PIANISTA.- ¿Por qué?

PRODUCTOR.- ¿Qué pensarían los enfermos de cáncer?

PIANISTA.- ¿Y yo qué sé? ¿Qué piensan los leperos de los chistes de
Lepe? Me la suda.

PRODUCTOR.- Pero los de Lepe no se van a morir.

PIANISTA.- Ah, ¿no?

PRODUCTOR.- Bueno, quiero decir… Piensa en la gente que ha perdido un familiar de cáncer.

PIANISTA.- (Silencio).

PRODUCTOR.- ¿Me entiendes?

PIANISTA.- Mi padre murió de cáncer.

PRODUCTOR.- (Silencio)

PIANISTA.- El año pasado.

PRODUCTOR.- (Silencio)

PIANISTA.- Adenocarcinoma de estómago. Se lo diagnosticaron en abril y en julio estaba muerto. Fue un palo. Cuando murió, yo ni siquiera estaba en Madrid.

PRODUCTOR.- (Silencio)

PIANISTA.- ¿Y sabes qué? Mientras escribía la trama ni siquiera pensé en eso. Hombre, si me hace esos chistes alguien que sabe que he perdido a mi padre de cáncer, pues sí me mosquearía, pero la tele… Joder, hay que asumir que la tele no sabe tu vida y milagros.

PRODUCTOR.- Bueno, pero…

PIANISTA.- Pero ¿qué? Yo he perdido a un familiar de cáncer. Creo que tengo cierta autoridad para opinar sobre esto.

PRODUCTOR.- Ya, pero…

PIANISTA.- Esto es una comedia. La gente quiere que hagamos chistes. No los haría en una asamblea de la Asociación Española contra el Cáncer, pero joder… Esto es la tele. Si te vas a poner a pensar en la cantidad de tarados que estás dispuestos a darse por aludidos cada vez que ven la tele, mejor dedícate a otra cosa. La gente quiere que metamos el dedo en la llaga. A ser posible, sin hacer daño, sino cosquillas, pero hay que molestar.

PRODUCTOR.- Aún así, la cadena no quiere que haya cartas de protesta…

PIANISTA.- Todas las series buenas tienen cartas de protesta. Si no tienes cartas de protesta, es que estás haciendo un fracaso.

PRODUCTOR.- Ya, pero…

PIANISTA.- ¿Qué?

PRODUCTOR.- No podemos hacerla.

PIANISTA.- Ah, vale.



No recuerdo qué escribimos en lugar de esta trama, lo cual es muy significativo. Supongo que sería la enésima versión del regalo incómodo, o el visitante inoportuno, o algo así. Ya saben que los guionistas tenemos poca imaginación.

Cuando me pasan estas cosas -y me pasan con cierta frecuencia-, recuerdo al ínclito Don Miguel y su legendario "¡que inventen ellos!".


(Publicada originalmente el 24.11.2005 en lacoctelera.com/pianistaenunburdel)

11/7/07

SOY UN SER IGNOMINIOSO

(Publicada originalmente el 14.11.2005 en lacoctelera.com/pianistaenunburdel)

1.
En una comida en casa de unos amigos, uno de los comensales –a quien yo no conocía de nada- hizo un comentario curioso cuando oyó a qué me dedicaba.

-¿Eres guionista de televisión?- dijo. -¿Puedo pegarte?

Ésa era la idea que tenía el hombre de la ironía. Yo me aguanté elegantemente las ganas de decirle “inténtalo, si tienes cojones” y seguí comiendo como si nada.
No era la primera vez que alguien se volvía repentinamente culto al oír que me gano la vida escribiendo. Es curioso: siempre le ocurre a gente que ve mucha más televisión que yo…


2. Un día conseguí infiltrarme en el estudio donde Federico Jiménez Losantos hace La Mañana. Estaba yo allí, antes de amanecer, disfrutando de las barbaridades que decían Cacho, Moneo y Federico, cuando de pronto una de las periodistas del programa decidió darme cháchara:


PERIODISTA
¿Y tú a qué te dedicas?

PIANISTA
Soy guionista.

PERIODISTA
Ahora todo el mundo quiere ser guionista, ¿no? Y trabajar en esas series de argumentos absurdos...


Me dieron ganas de contestarle que no, que mucha gente preferiría trabajar a destajo para los voceros de los obispos desde las seis de la mañana. Pero en fin, yo estaba allí de invitado y mi madre me enseñó modales. Además, lo más terrorífico es que ella ni siquiera se daba cuenta de que estaba siendo descortés.

3. En el verano del 2004, el Parlamento Autónomo de Andalucía se quejaba de la imagen ridiculizada que se daba de los andaluces en series españolas como Médico de familia, Aquí no Hay Quien Viva, Los Serrano, Ana y los 7 o Mis Adorables Vecinos:

-Los guionistas de estas series desprecian con su pluma todo el currículo cultural de Andalucía, que exporta cultura y ciencia al mundo entero desde hace más de tres mil años.

Parecerá una tontería, pero no creo que haya muchos colectivos que se lleven broncas en forma de Proposición No de Ley.

En las primeras décadas del cine, los espectadores estaban convencidos de que las ideas geniales, las frases buenas, las decisiones heroicas del personaje... Se las inventaban las estrellas. Cosas como “creo que éste es el principio de una gran amistad” eran ocurrencias del bueno de Bogey.

Más adelante, supongo que con la ayuda de los chicos de Cahiers du Cinéma, que no tenían otra cosa que hacer aparte de ver películas y soñar con la magia del cine, el público descubrió a los directores:

-Oiga usted, la escena de la avioneta de Con la muerte en los talones... Cosa mala, lo de ese Hitchcock. Qué cabeza, de dónde sacará esas ideas tan retorcidas.

¿Y cuándo hemos salido a la luz los guionistas? Con las series de televisión.

Ahora que se producen como churros productos precongelados y recalentados, donde el margen de autoría se reduce a niveles testimoniales, donde la pacatería de las cadenas, la dictadura de Sofres y las aritméticas estajanovistas de producción pisotean sin duelo a la parte creativa... Ahora precisamente es cuando todo el mundo tiene clara la labor del guionista:

-Es ese cabrón que llama paletos a los andaluces.

ACT ONE

(Publicada originalmente el 9.11.2005 en lacoctelera.com/pianistaenunburdel)

El gran Juan Antonio Porto contó en una de sus míticas clases de la Complutense el viejo chiste en el que se encuentran dos amigos y uno le pregunta a otro a qué se dedica:

AMIGO 1
Soy guionista.

AMIGO 2
¡Vaya! Tu madre estará orgullosa.

AMIGO 1
No se lo he dicho. Ella piensa que soy pianista en un burdel.

Como chiste, tampoco es para tirar cohetes. Pero tiene un aire como de refrán, que lo ha hecho válido para muchas otras profesiones supuestamente molonas.

El caso es que estos días he estado en un bonito y refrescante curso de guión en Córdoba y he tenido algunas experiencias significativas, que me animan a escribir sobre mis tribulaciones como guionista.

Y opino que el epígrafe “pianista en un burdel” suena romántico y evocador.

Espero no meterme en ningún lío por contar anécdotas reales.

¿Vale, jefe?

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1. INT. HABITACIÓN DEL ALBERGUE – DÍA

La primera experiencia es sólo una anécdota que no tiene que ver específicamente con el curso.

Estaba yo después de las clases en mi habitación del Albergue Juvenil (risas) cuando recibo una llamada del director de la serie: hay problemas con unas escenas que se desarrollan en un orfanato.

DIRECTOR
Es que Producción no puede conseguir niños.

YO
Ajá…

DIRECTOR
Así que necesitamos que las reescribas sin niños.

YO
(Apuntando) Reescribir escenas orfanato... Nada de niños.
(Sin ironía) De acuerdo. Ningún problema.


¿No les parece muy bonita la acotación “sin ironía”?

Yo aún estoy lejos del cinismo tipo “hazme caso a mí, que yo tengo un BMW”, que le dijeron una vez a mi colega Dani Sánchez. No lo justifico todo por la pasta.

Tampoco soy un descreído ni un fatalista. No me da por pensar cosas como “no hay espacio para el arte puro en esta sociedad corrompida”.

Simplemente creo que se puede ser santa de día y puta de noche. Es mejor que ser puta full time, que es lo que abunda.

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2. INT. FILMOTECA DE ANDALUCÍA - DÍA

La segunda experiencia podría llamarla “plegarias atendidas”.

Me apunté en este curso para reciclarme. Temía que tanto trabajar en telenovelas llegase a viciar mi forma de escribir. Ya saben: diálogos reiterativos, poca sutileza, demasiada información...

El curso fue muy estimulante: escribimos un montón de escenas.

De todas ellas, se eligieron cinco para que un grupo de excelentes actrices las montase ante una cámara.

Y de esas cinco escenas, las actrices sólo rechazaron una: malos diálogos, falta de sutileza, mucho blablabla...

(Aquí pongo una pausa dramática)

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Era mi escena.

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(Y aquí dejo un silencio para las risitas)

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P.S. Yo era el único guionista profesional de la clase.