27/11/07

SÁBADO SABADETE

Como ustedes ya sabrán, el próximo sábado, día 1 de diciembre, ALMA ha convocado una asamblea en el Cine Doré. Muchos blogs de guionistas están difundiendo el dichoso flyer. Un servidor lo enlazaba hace nada desde el twitter:

Personalmente, el asunto me preocupa bastante. Es más, me aterra. Dios, me echo a temblar cada vez que pienso en lo que va a ser aquello. Se va a montar un pollo de cuidado: habrá colas, fotógrafos y curiosos, porque el flyer de las narices fue publicado en El País, sabe Dios con qué loco criterio. Los asistentes conformarán una masa indefinida, ya que se admite a socios y no socios (en cristiano: a todo quisque). Y el orden del día... bueno, no lo he visto, pero he estado en otras asambleas de ALMA y sé por experiencia que, cuando lo hay, el respetable se lo salta a la torera para hablar de lo que se le antoja.

Y todo eso es lo que menos me preocupa. Lo que realmente me pone los pelos de punta es el motivo de la asamblea. El detonante. El McGuffin. Y es que el flyer que les he puesto arriba está pelín tuneado por el que suscribe. Más que nada, para evitar la vergüenza que me daba poner el original:

Por favor, fíjense en la primera frase: “nuestros compañeros estadounidenses”. Oh-my-God. Como conversación de tasca, la argumentación “si los yanquis pueden, nosotros también” ya es floja. Pero como motivo oficial de una asamblea, es un mal chiste. ¿Qué nivel de puerilidad hemos llegado a alcanzar los guionistas de este país para establecer una comparación tan endeble? ¿Hemos olvidado todos de golpe que las comparaciones son odiosas? ¿De verdad nadie ha caído en la cuenta de que comparándonos con nuestros “compañeros estadounidenses” siempre vamos a salir perdiendo?

Y sobre todo, ¿por qué hemos esperado a establecer esa comparación hasta un momento tan crítico? ¿Es la capacidad de ir a la huelga lo que más nos admira de los guionistas norteamericanos? ¿Cuántos de los asistentes a la asamblea han establecido el más mínimo contacto profesional con guionistas estadounidenses? La mayor parte de la gente que promueve esta loca iniciativa no sería capaz de nombrar a media docena de guionistas norteamericanos. La única, y léanme bien, la ÚNICA razón por la que ciertos guionistas españoles se sienten identificados con la huelga norteamericana es que ha salido en el telediario.

Con todo, lo más triste del asunto es que, bajo esta pátina provinciana, palurda y cerril, la iniciativa de promover acciones sindicales es legítima. El sector del guión ha sido depauperado de forma consciente, insensata y mezquina por determinados estamentos de la industria, y tarde o temprano habrá que tomar medidas. De manera que sí procede hacer una reflexión seria (más seria que esta ) sobre dichas medidas.

En primer lugar, nunca –JAMÁS- se vende la piel del oso antes de cazarlo. Decir en un flyer de convocatoria a una asamblea que se van a discutir “medidas de presión” es equivalente a tirarse un órdago con las cartas descubiertas. Lo suyo es hacer una convocatoria sobria, y ya a puerta cerrada, explicar lo que se pretende. Y a ser posible, se elige un diario mejor que El País, que no se caracteriza precisamente por defender a los autores. Más que nada porque pertenece al mismo grupo empresarial que cierta cadena televisiva, que lleva AÑOS sin pagar lo que debe de derechos de autor.

Por otro lado, una convocatoria tan macarra, y encima universal, será un imán para gacetilleros amarillistas que acudirán a cubrir el evento con el titular ya pensado: algo del tipo “cobran (fill-in-the-blank) euros al mes y aún piden más”. Así que, de momento, ya habéis logrado poner a la gran mayoría de la opinión pública en contra nuestra. Enhorabuena.

Y en fin, si el objetivo de todo esto es lograr ciertas reivindicaciones, parece una mala política empezar con las amenazas antes de haber reivindicado nada de forma educada y pacífica. Y remarco lo de pacífica, porque hay ciertos conceptos que parece que no han quedado claros. Por ejemplo, qué es una huelga. Una huelga es una guerra. Sin matices. Es una guerra. Y uno no va a la guerra si no se dan dos circunstancias:

a) Una razonable probabilidad de ganar.
b) Una cierta cohesión en las propias filas.

Si no concurren esas dos circunstancias, lo que se está planteando no es una guerra, es una yihad, una guerra santa, en la que la muerte conduce directamente a la gloria eterna. Y claro, no hay que preocuparse de estrategias ni zarandajas por el estilo. Pero lo que nosotros queremos no son unas vacaciones eternas en el Jardín del Edén, sino pagar la hipoteca antes de quedarnos sin dientes. Y para eso hay que saber cuándo atacar, y cuándo replegarse y abastecer a las tropas. Ahora es momento de lo segundo.

Para medir el nivel de cohesión que hay ahora mismo en las filas de los guionistas, baste recordar que en la presente legislatura se han aprobado dos leyes que nos afectan directamente -la de Propiedad Intelectual y la de Cinematografía- y nadie ha dicho esta boca es mía. Ni una asamblea, ni una mesa redonda, ni un comunicado.

Sobre las probabilidades de ganar, baste señalar que ALMA lleva sin revisar sus baremos salariales desde octubre de 2004. No sé ustedes, pero yo he oído rumores de que, desde entonces, la vida ha subido un pelín. No se qué del precio de los pisos, del petróleo, de los alimentos frescos... Cosas así. Lo que no había oído nunca es que ALMA se autodenominase “sindicato”. La primera vez ha sido al ver el dichoso flyer. Ojo: ALMA es un sindicato, pero jamás ha ejercido como tal. Que yo recuerde, en los años que llevo ganándome la vida con esto, jamás he recibido la visita de un delegado sindical para informarme de cuáles son mis legítimas aspiraciones, y qué vías tengo para reclamar mis derechos. Si te acercas voluntariamente a ALMA, bien. Si no, ahí te quedas. Hasta la URL de su sitio web es www.asociacionalma.es, y creo que resulta más significativo que un flyer.

Sinceramente: ¿una asociación que no ha tenido tiempo ni de revisar anualmente los baremos salariales, aunque sea simplemente aplicando el IPC, pretende tener la fuerza necesaria para convocar una huelga, con argumentos tan sólidos como que en Estados Unidos ya lo han hecho?

Pero pongámonos por un momento en la actitud mental de pensar que sería posible cohesionar a los guionistas, y que la asociación funcionase realmente como un sindicato. Aun así, lleva años pegando tiros en la dirección equivocada. No sólo ALMA no tiene la infraestructura necesaria para emprender una guerra: es que se ha equivocado de enemigo. El grueso de sus luchas reivindicativas se han librado con FAPAE y las asociaciones de productores.

Error.

En una guerra sindical, la frontera la traza el dinero. ¿Y quién tiene el dinero? ¿Los productores? Claro que no. Son las televisiones las que financian mayoritariamente los productos audiovisuales, incluido el cine. Es a las cadenas a las que hay que sentar a la mesa. Así, además de hablar con quien realmente decide, ALMA se estaría enfrentando a muchos menos interlocutores. Las cadenas, por otro lado, mantienen una postura más coherente que la miríada de asociaciones de productores con intereses irreconciliables. Y son empresas grandes, generalmente con comités de empresa internos, acostumbradas por tanto a tratar con sindicatos. Y no olvidemos que, en toda esta batalla, las cadenas se juegan su propio dinero, no el ajeno, que es lo que hacen las productoras.

Conclusión: hay que sentarse a negociar con las televisiones. No a presionar: a negociar. Karate sólo defensa, Daniel-san. Hay que aclararle a las televisiones que firmando un convenio para el sector del guión están comprando calidad. Que las productoras que no paguen a sus guionistas según un convenio digno están estafando a las cadenas. Las televisiones saben mejor que nadie que sus series y programas son, en un 99%, guión y casting. Hace tiempo que se arrogan un cierto poder de decisión sobre el casting. Es hora de que impongan a las productoras un código de conducta adulto para tratar con el sector creativo. El terrateniente tiene que exigir al capataz unas cuentas claras.

Pero antes, mucho antes de pensar en negociar (no digamos ya pelear) con otros estamentos de la industria, tenemos que arreglar las cosas en casa. Antes de pedir un convenio digno tenemos que estar de acuerdo en qué significa “digno”. La mitad de los asistentes a la asamblea del sábado daría palmas con las orejas si le pagasen 3000 euros al mes por pasar diez horas al día en un polígono de Alcobendas escribiendo a destajo para multimillonarios que, además, se van a quedar con un porcentaje de sus derechos de autor porque “son lentejas”. Ésos son nuestros compañeros de viaje. No Aaron Sorkin ni Tony Gilroy ni Ken Levine. Y con esos compañeros de viaje, yo no me voy a la guerra, porque esos tiran el fusil en cuanto oyen el primer cañonazo.

Es a esos ingenuos a los que tenemos que explicar –y no en asambleas públicas, sino en comunicados internos y reuniones personales- de qué va este negocio: mitad arte, mitad industria. La primera mitad, es cosa tuya. Pero la segunda mitad tienen que administrarla personas con la suficiente humildad y honestidad como para admitir que además de artistas son trabajadores, y quieren cobrar por su trabajo. Personas con suficientes cojones para partirse la cara por los derechos de otros “compañeros” que no saben defender el valor de su obra. Y con suficiente orgullo y claridad de ideas para no rendir cuentas ante presuntos periodistas que no tienen intención de entender nuestras reivindicaciones, sino más bien de excretar titulares incendiarios para mofarse de nuestra irremediable codicia.

Cuando ALMA haga un verdadero trabajo de educación de los trabajadores; cuando sus delegados se pasen las mañanas investigando quién escribe en España, y las tardes visitándoles e informándoles; cuando sean capaces de mantener un sitio web mínimamente aparente, y de establecer contactos con las personas que deciden realmente en esta industria... entonces me creeré que tienen la capacidad de ejercer “medidas de presión”. Mientras tanto, pensaré que lo tienen son ganas de cachondeo.

Y eso es justo lo que están generando en la opinión pública con convocatorias como ésta.

EL DESARROLLO

Acaban de invitarme a participar como script doctor en un importante taller de desarrollo de proyectos cinematográficos. Mi trabajo, a priori, será sencillo: recibir un tratamiento que envía una productora y/o un guionista; analizarlo en profundidad; y reunirme durante tres o cuatro días consecutivos con el guionista y el productor para ofrecerles mi punto de vista profesional sobre el desarrollo. Aclararles dudas, sugerirles formas de sacarle partido al material, avisarles de posibles problemas: tramas previsibles, personajes poco interesantes, estructuras fallidas...

Me pagarán bien; habrá proyectos a priori interesantes; y la iniciativa, sobre el papel, parece encomiable: proporcionar a guionistas y productores un análisis externo de sus contenidos, a un precio más que razonable.

Sin embargo, cada vez tengo más dudas sobre la verdadera utilidad de estos talleres. ¿Realmente sirven para implementar las capacidades del material argumental? Es decir, ¿ese material argumental realmente necesita una exploración en profundidad? ¿O simplemente necesita, en fin... ser escrito en forma de guión?

Por definición, en la fase del argumento hay aún muchas cuestiones por resolver, que quizá deban ser resueltas en la cabeza del guionista. En ese rincón oscuro y desconocido incluso para él, en el que se fraguan esos destellos que hacen única una película. No buena ni mala, sólo única.

Quizá haya temas que, simplemente, es mejor no tratar en voz alta durante la fase del argumento. Porque el ser humano, y aquí empiezo con la psicología de café, tiende a mostrarse correcto cuando se le piden statements. Mientras que en la intimidad de la creación artística, es más fácil mostrarse salvaje. Uno no se autocensura a la una y media de la madrugada, escribiendo en mitad de un silencio sepulcral. Pero a las 9.45 a.m., en una oficina de moqueta y fluorescentes, vestido y calzado y respetando pulcramente la prohibición de fumar... es mucho más fácil tomar decisiones convencionales, correctas, normales. Es mucho más fácil dejarse llevar por la peor de las tentaciones para un creador: la tentación de ser un buen chico, el vicio de hacer lo que uno cree que se espera de él.

Ésa es mi gran duda: ¿acaso estas miradas indiscretas, entomológicas, objetivas y frías como la de un tasador, no sirven sobre todo para estandarizar, para contener los bríos creativos y atarlos con las tranquilizadoras riendas de las estructuras clásicas? Es decir, independientemente de la calidad y la brillantez de las propuestas que surjan durante el taller, ¿no está todo el proceso teñido de la intención de controlar el material, de hacerlo inteligible? ¿No son, acaso, las ideas más moderadas las que suelen triunfar?

Y lo hacen, únicamente, porque son las más fácilmente expresables de manera dialéctica. Mi problema es que yo concibo el arte como un medio de expresar ideas no susceptibles de ser formuladas de manera lógica. De sacar a la luz dilemas morales que no pueden resolverse con la mera intervención de la dialéctica.

Es la diferencia entre Princesas y Sed de Mal, por hacer una comparación loca. Princesas trata de que las prostitutas también tienen su corazoncito. Es una idea tan simple y ramplona que ha dado lugar a una especie de telemovie de arte y ensayo: una mutación horripilante.

Sed de Mal, por su parte, plantea un interrogante muy complicado de contestar honestamente: ¿es realmente reprobable utilizar pruebas falsas para incriminar a un asesino que, de otra manera, escaparía impune?

Mi tesis es que Sed de Mal no sobreviviría a una sesión de desarrollo como éstas. Gracias a Dios, Princesas tampoco. Pero no nos quedemos en este ejemplo concreto. Lo que me preocupa es, por un lado, pensar que de este tipo de talleres puedan salir películas uniformadas, estandarizadas, con el traje planchado y el pelo bien cortado, todas igual. Y por otra parte, que esa corrección en la etiqueta sea confundida por la industria como una marca de calidad o, peor aún, de cierta garantía de éxito.

Porque así, poco a poco, se pierde el interés por encontrar el diamante en bruto, la película única, la aguja en el pajar. Y se considera un éxito el mero cumplimiento de una serie de normas básicas de la poética. Normas que, tal y como yo las entiendo, no por ciertas deberían considerarse más que un mero punto de partida, y desde luego nunca un fin en sí mismas.

Ojalá me equivoque.


(Publicado originalmente el 22.11.2007)

ACT THREE

(Publicado originalmente el 9.11.2007)

Como de costumbre, el 9 de noviembre me ha sorprendido en Berlín. Y como de costumbre, con mucho trabajo y poco tiempo libre. De manera que este post conmemorativo será breve.

Sólo quiero agradecerles a todos su compañía durante estos dos años de blog. Con su apoyo, han hecho ustedes crecer este burdel hasta invadir algún diario de papel. Confío en mantener el listón alto durante este tercer acto.

Y con un poco de suerte, el año que viene por estas fechas podré darles envidia de nuevo, pasando unos días con todos los gastos pagados en la ciudad más cool del mundo, durante un otoño espectacular.

La foto es de un cementerio cercano al hotelazo en que me hospedo. Y está dedicada, al igual que la mención al otoño, a mi querido amigo Antonio Trashorras, que me insulta constantemente por hacerme el sensible, dice, en las páginas de este blog.

7/11/07

MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA GUIONISTAS / 14

Para llegar a tener una carrera más o menos satisfactoria, entre otras muchas cosas, hay que saber elegir: entre reescribir y vaguear; entre respetar las críticas ajenas o repelerlas con andanadas de frases "es que"; entre replantearse una y otra vez cada idea, o ir de sobrado por la vida...

También hay que saber elegir cuando un trabajo se acaba, el teléfono deja de sonar, y parece que uno ha dejado de existir (cosa que, tarde o temprano, le pasa a TODO guionista y que, por sí sola, justifica la necesidad de ahorrar). En ese momento hay que elegir entre quedarse junto al teléfono como un patético, o romper el cerdito y tomarse unas vacaciones. O sea, elegir entre casa rural, playa solitaria o capital cosmopolita.

Habrá otros momentos en que el teléfono no pare de sonar. Uno recibe una oferta cada dos o tres días, todas interesantísimas, y casi todas incompatibles. (Por cierto, yo estoy en uno de esos momentos, así que gracias a todos los que hacéis sonar mi teléfono. Ojalá no tuviese que elegir.) Para tomar una decisión en uno momentos así, hay que atender a tres criterios:

· Afinidad con el proyecto: ¿Me apetece? ¿Me gusta el material? ¿Sabré escribir esto? ¿Sabré hacerlo atractivo?

· Viabilidad comercial: ¿Se llegará a rodar? ¿Se llegará a estrenar? ¿Sabrán Producción y Dirección tratar el material adecuadamente?

· Condiciones de trabajo/remuneración: ¿Podré trabajar en pijama o me tendrán yendo y viniendo todo el día? ¿Cuántos meses voy a estar liado con esto? ¿Cuánto me van a pagar? ¿Qué hay de las pequeñas gabelas?

Si unos trabajos interfieren con otros, habrá que atender también al criterio de Fidelidad: ¿Podré compaginarlos bien? O, en caso contrario, ¿podré irme de mi trabajo anterior sin causar graves problemas?

Dado que muchos de los noveles que me leen creían que sus problemas acaban cuando encuentran trabajo, imagino que algunos de ellos estarán pensando "coño, qué complicado".

Pues les he contado las decisiones fáciles.
Las difíciles vienen ahora.
Y no son profesionales.

Lo más complicado de cara a la vida profesional de un guionista es elegir pareja.

Sí, pareja.

La de guionista es una profesión jodida. Uno nunca sabe muy bien de dónde salen las ideas geniales; por qué unos días está inspirado y otros no; ni si un día se levantará habiendo perdido definitivamente el talento o las ganas. Todas esas inseguridades nos convierten en seres temblorosos, irritables y, frecuentemente, con propensión al catarrazo.

Como, además, muchos de nosotros trabajamos mayormente en casa, descalzos o empijamados; y en una tarea fundamentalmente solitaria, resulta que en períodos de mucho trabajo tendemos, para más inri, a desarrollar un carácter huraño y asilvestrado.

¿Creen que hay muchas personas dispuestas a soportar eso de su pareja?

Puede que al principio sí, pero al cabo de unos pocos años, quizá no sea lo mismo. Lo que parecían graciosas excentricidades pueden convertirse en manías insoportables. Esa envidiable libertad de horarios a veces nos transforma en tipos caóticos, inaccesibles, que insisten en trabajar noches o fines de semana, y holgazanear en las mañanas laborables; tipos inútiles que nunca están disponibles para comer con la suegra o llevar el coche a la ITV.

He perdido la cuenta de los compañeros y compañeras de profesión que han tenido un fracaso matrimonial, o al menos que han tenido que enfrenterse a un ultimátum conyugal. Un ultimatum del tipo "si vas a trabajar este fin de semana, no te molestes en volver". Y es que es casi imposible compatibilizar la anti-rutina de un guionista con la de un funcionario, un empleado de banco o cualquier otro nine-to-fiver.

Por eso mi consejo es más o menos el siguiente (y creo que vale no sólo para guionistas, sino también para directores, actores, operadores y otros seres anti-horarios): búscate una pareja con más aspiraciones creativas que materiales. Alguien que sea capaz de entender la pulsión que te mantiene una noche en vela porque un diálogo no acaba de estar perfecto; a aceptar un trabajo de mierda en el culo del mundo porque tiene pinta de ir a quedar muy bien; a pasarte todos los puentes del año y la mitad de las vacaciones rodando cortos por media España porque, lisa y llanamente, te pone.

Les deseo suerte.
Yo la tuve.