26/8/08

JACINTO ANTÓN, SUPERVIVIENTE



El señor de la fotografía se llama Eduardo Strauch. Sobrevivió a un accidente aéreo tan tremendo que cuesta no establecer comparaciones con el de la semana pasada en Madrid. ¿Acaso ustedes no preferirían morir en el acto a pasar 72 días perdido en los Alpes?

Yo sí. Especialmente después de leer la entrevista que le hizo Jacinto Antón en El País. La reproduzco a continuación. (Las negritas son mías.)


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ENTREVISTA: ALMUERZO CON... EDUARDO STRAUCH

"No hable sólo de antropofagia, por favor"


JACINTO ANTÓN 25/06/2008


Eduardo Strauch ha sobrevivido a un accidente aéreo, ha aguantado 72 días en los Andes con lo puesto y ha practicado la antropofagia, pero es un hombre tímido. Uno puede confundir al principio esa timidez con suspicacia, pero Strauch, uno de los 16 supervivientes del célebre episodio inmortalizado en ¡Viven! (el libro y, después, la película) y ahora objeto de un conmovedor documental, Náufragos, de Gonzalo Arijón, no pone ningún reparo a tratar los aspectos macabros de aquella dramática aventura. Una sola petición: "Por favor, cuando escriba, no hable sólo de antropofagia". Quedar para comer con un superviviente de la tragedia de los Andes tiene su aquél. Él pide verdura y pescado, pero no arruga una ceja cuando su comensal se inclina por el entrecot al punto. "No, no soy vegetariano. Me gusta la carne. Es cierto que al volver de los Andes pasé unos meses sin comerla". También le costó volver a volar. Pero lo ha hecho, como ha regresado, varias veces, a aquella cumbre doliente, en la que quiere que al morir esparzan sus cenizas.

El tema de la antropofagia va saliendo en la comida. "No tengo ningún problema para hablarlo. La curiosidad me parece normal. No me siento distinto por haber comido carne humana; tampoco lo percibí como una comunión, pero eso ayudó a algunos". Strauch tiene un porte elegante y educado. Se declara agnóstico. Cumplirá 61 este año pero conserva parte del atractivo de aquel joven jugador de rugby del que tres chicas se declararon sus novias cuando le dieron por muerto en los Andes. Arquitecto, casado, con cinco hijos de edades entre 17 y 27 años, dice que su relación con la historia de la tragedia ha ido variando en intensidad, pero que siempre le ha acompañado. "Un 20% de mí está todavía en la cordillera, y no quiero que baje", explica. "Nunca tuve problemas de conciencia, ni pesadillas, pero lo que vivimos allí fue algo tan conmovedor... Estoy seguro de que he ido haciendo una sanación, una autoterapia; sin embargo, aún hay duelo". Eduardo Strauch, que contaba 25 años, formó parte allí arriba del núcleo duro: fue de los que se encargaron de obtener y distribuir la carne de los cuerpos -una tarea que "no era grata"- durante los 65 días que los consumieron. Tomaban poco cada vez. Empezaron, dice, por los que conocían menos, pero nunca trascendía exactamente de quién se trataba. No se limitaban a la fibra. También comieron tuétano. Hacer uso de "cierto humor negro" les ayudó mucho en el trance, y ofrecerse ellos mismos: "Si muero, comédme, nos decíamos unos a otros". Considera que la fortaleza mental fue decisiva para sobrevivir. Recuerda el impacto, la sensación de irrealidad, el ruido infernal, el instante de silencio y luego los gemidos. Fue su primera relación con la muerte. No se considera valiente -"del montón"-, pero sí pragmático. "A otros les costó mucho la decisión de la antropofagia, se les cruzaban reflexiones religiosas, filosóficas. Yo lo tuve muy claro. Y estoy muy contento de haber podido lidiar con todo aquello". Ha podido hablarlo con sus hijos e incluso responderles a qué sabe la carne humana: "A vacuno". La de los Andes es una historia con muchos ingredientes, con perdón por la palabra, pero sin sexo: "No hubo, todo ese tiempo se nos olvidó".

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550 palabras de entrevista, y Jacinto Antón se las arregla para escribir cinco veces la palabra "antropofagia", y aludir al asunto otras diez veces, algunas de ellas con cachondeíto incluido. Y de remate, titula el artículo precisamente así: "No hable sólo de antropofagia, por favor".

En realidad, yo ya sabía que la cosa pintaba mal a mitad del primer párrafo. Concretamente, cuando Jacinto Antón se refiere a sí mismo en tercera persona. Cuado un periodista se considera a sí mismo parte de la noticia, mal vamos.

Claro, que es comprensible. Jacinto Antón, periodista, puede presumir de un logro no inferior al de Strauch. Porque sobrevivir dos meses y medio perdido en mitad de una cordillera helada, y luego rehacer tu vida... no está mal. Pero sobrevivir a un año de la asignatura de Deontología Profesional que se imparte en todas las Facultades de Ciencias de la Información, y que te resbale todo lo que en ella se imparte... eso sí tiene mérito.

Recuerden: si un día se convierten en personas relevantes y les entrevista un tal Jacinto Antón, pídanle un favor: "cuando escriba, no hable sólo de la madre que le parió".

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Zas! En toda la boca.

No me había enterado de tu regreso, Pianista. Es un placer volver a leerte.