4/8/07

LAS MIL PRIMERAS PÁGINAS

(Publicado originalmente el 21.4.2007)


A veces me escriben lectores preguntándome qué hay que hacer para ser guionista. En general, me halaga que la gente me pida consejo, y siempre contesto.

Pero me inquieta que, aun después de leer este blog, no haya quedado clara una idea fundamental. Así que ahí va, para todo aquel que se lo estuviera preguntando:
.
.

PARA SER GUIONISTA
HAY QUE ESCRIBIR GUIONES.

.
.

Hala. Nada de sobreentendidos. Perogrullo strikes back.

Y creo que es bastante necesario aclararlo, porque he mantenido diálogos como el siguiente con gente de probada inteligencia y sobrada capacidad:
.
.



No se lo dejé.
NO TE LO VOY A DEJAR.
(Es que sé que está leyendo esto.)

¿Quieres un guión? Yo te dejo guiones. Pero Syd Field no, por el amor de Dios. Cualquier cosa menos Syd Field, Robert McKee o Linda Seger. ¿Qué diablos ha escrito esa gente? Es como pedirle clases de guitarra a Diego Manrique.

Si este amigo, que ya ha escrito un montón de prosa, y bastantes guiones de radio, se levanta una mañana pensando una cosa tan alucinante como “quiero aprender a hacer guiones, pero sin hacerlos”, figúrense la cantidad de indocumentados que habrá pululando por el mundo con la misma intención.

¿A alguien se le ha ocurrido que se puede aprender mecánica sin mancharse las manos? ¿Arquitecto sin pisar barro? ¿Pescador sin mojarse el culo? ¿En qué momento se ha generalizado la idea de que se puede ser guionista sin escribir? ¿Y por qué?

Si hay algo que se aprende escribiendo guiones, es que hay un montón de pasos intermedios entre la obra del escritor y el público que la recibe. En el proceso de producción, los guiones sufren todo tipo de trasnformaciones. Unas imprescindibles, otras arbitrarias, muchas de ellas desastrosas y algunas absolutamente geniales.

Pero nada se interpone entre un escritor y una hoja de papel. Nada, excepto la pereza o la cobardía. No hay que pedirle permiso a ningún gurú para ponerse a escribir. No hay excusas para no escribir. Leer a Syd Field antes de haber escrito un guión entraña un tremendo riesgo de contraer el temible síndrome de Tío Vanya.

Ayer, contestando a un lector que me preguntaba cómo llegar a trabajar de guionista, pero sin aclararme si había escrito algo alguna vez, me salió esto:

Si no has escrito nada aún, mi primer consejo sería ése: de momento, escribe. Esta es una carrera de fondo, así que cuanto antes empieces, mejor. Las mil primeras páginas es casi imposible venderlas.

Pulsé el botón de enviar y me quedé pensando. La frase me había salido como una hipérbole, pero es terroríficamente certera.

Seguro que hay excepciones. Siempre las hay. Pero casi todos los guionistas que conozco (y que ustedes conocen) llevan detrás una larga retahíla de guiones, buenos guiones, que no llegaron a nada. Mil páginas de ellos.

Yo tengo a las espaldas, al menos que recuerde, un largometraje en solitario y dos en colaboración; un par de biblias y capítulos piloto para televisión; una media docena de cortometrajes; diez o doce sinopsis, y centenares de escenas sueltas. Y no hablemos de poemas, relatos breves, artículos y pruebas de guionista.

Todo sin vender. Ni ganas.

Y tampoco es para tanto, ¿saben? Las mil primeras páginas es lo que tienen. Sólo son el calentamiento. Mientras algunos aprenden a escribir guiones, otros los escriben. Al final, ¿quién sabe más?

No hay comentarios: