4/8/07

GENERACIÓN divX

(Publicado originalmente el 16.2.2007)


Al final de Hearts of Darkness, uno de los pocos making of interesantes que existen, Francis Ford Coppola vaticinaba una democratización del cine gracias a las cámaras de vídeo domésticas: cualquiera podía filmar, luego necesariamente habría una diversificación de la oferta, aire fresco entrando a raudales.

En realidad, esa utopía ha sido frenada, a mi modo de ver conscientemente, por los agentes de distribución. Es estupendo que cualquiera pueda filmar, pero también es irrelevante si sólo los de siempre pueden mostrar lo que han filmado. Desde luego que puedes hacer una película a tu bola, pero te costará lo tuyo estrenarla de manera que obtengas beneficios, aunque sólo sea lo justo para: pagar a tu equipo; pagarte el alquiler; pagarte la siguiente película.

La verdadera transformación del cine vino, efectivamente, de la mano del vídeo. Pero no de las cámaras, sino de los reproductores. De la posibilidad de visionar siete veces no ya una película, sino una escena. Los realizadores audiovisuales multiplicaron su cultura técnica al ser capaces de analizar cada plano, cada corte, cada truco visual.

Cuando un servidor iba a la Universidad, había un profesor que cada año programaba un ciclo de un director español, con asistencia obligatoria a las proyecciones y examen final a propósito de sus películas. Yo tuve la suerte de que me tocase
Berlanga
. Me vi casi todas sus películas. En 35 mm, con dos cojones. Fue una experiencia maravillosa, pero innegablemente excluyente. Sólo tratamos un director, un estilo.

Cuando un servidor ha dado clases de dirección cinematográfica, ha llevado una cinta de vídeo que condensaba, en poco más de veinte minutos: una comparación de la elipsis de 2001 con la del final de North by Northwest; una ristra de planos-secuencia que incluían el de Touch of Evil, alguno de Berlanga, otro de Code Inconnu, etc.; y metáforas, metonimias, montajes paralelos y setenta cosas más.

Cuando los que hoy son alumnos lleguen a profesores, esos ejemplos quizá estén ya colgados en una intranet, y después de verlos y comentarlos en clase, cada alumno podrá revisitarlos todo lo que necesite. Desde luego, si un profesor les exige ahora mismo que se vean las películas de Berlanga, no necesitan ir a todas las proyecciones: pueden bajárselas de Internet y hacer un maratón de fin de semana en casa de uno de ellos.

Son la Generación divX, y éstos sí que van a cambiar las cosas. Porque Coppola, cuando hacía su vaticinio, se olvidaba del Gran Hermano, de las distribuidoras-secuestradoras. Ellas se ocupan de que, aunque cualquiera pueda filmar, en las salas siga estando lo que el capital dicta. Y se lo saben montar tan bien que hasta fabrican sus propios productos
a la contra
, como The Blair Witch Project.

Hoy en día, la lista de películas descatalogadas por el distribuidor es sonrojante. Pero la lista de películas disponibles en ed2k o torrent es apabullante. Recuerdo que, durante el rodaje de
7:35 de la mañana
, los dos adolescentes de figuración estaban obsesionados porque Nacho Vigalondo y Eugenio Mira les hiciesen una lista de películas que-no-debían-perderse-si-querían-ser-cineastas. Al terminar el rodaje, hace poco menos de tres años, se fueron con una lista de más de cien títulos. Si a día de hoy no los han visto todos, es porque no tienen ADSL.

Es así: la Generación divX apenas ve la tele; no deja que le impongan lo que debe ver; y tiene una salida tecnológica a sus ansias por descubrir nuevas (y viejas) formas de hacer cine. La cultura audiovisual de un chico de veinte años de hoy triplica de sus homólogos de los noventa, que ya triplicaba la de un Coppola o un Spielberg. Así que agarrémonos.

En cualquier caso, no debemos caer en la confianza hippy Coppoliana. El enemigo es fuerte, aunque nosotros seamos más. Los señores de sesenta años que llevan el tinglado de la distribución seguirán empeñados en que somos delincuentes, a pesar de que los millonarios son ellos. Nosotros sólo queremos ver películas. De manera que sigamos trabajando: conservemos lo descargado, en DVDs, discos duros, etc. Recordemos que hemos pagado un impuesto por ello. Luego no sólo es legal, sino que es bueno: descargar películas de internet ya da dinero a la SGAE, ergo a los autores y editores. Conservémoslo, tengámoslo organizado y compartámoslo con la gente que viene. Que los de la corbata no nos oculten el acervo cultural de tantas generaciones.

Yo, por mi parte, pongo aquí mi granito de arena, copiando y pegando la URL de una cosa que he encontrado por casualidad. Para que funcione, hay que borrar los signos monetarios. (Significativo, ¿eh?)



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