4/8/07

¿A QUE TE MATO?

(Publicado originalmente el 9.6.2006)


Una actriz de la serie en la que trabajaba el año pasado le dijo al director que las bajadas de audiencia se debían a que ella no aparecía lo suficiente.

El director, en lugar de dorarle la píldora un poco y mandarla a paseo, como habría hecho, pongo por caso, un Billy Wilder, me llamó a mí y me dijo que le escribiese algunas escenas adicionales a la diva. Así de fácil.

Intenté explicarle que no podía hacerse:

Todos los guionistas hemos sufrido alguna vez las neuras de los actores. Incluso los que, como yo, consideramos que la profesión de actor es de las más importantes, no ya de este negocio, sino de la humanidad en general.

Y es que la televisión envilece mucho. Habida cuenta de las cosas que pasan incluso en las series de éxito, imaginen el ambiente de los camerinos cuando hay problemas de audiencia. Es algo así como un globo con problemas para elevarse: todo el mundo teme que le tiren.

Y luego está el divismo, y las ínfulas de autor, y los caprichos...

El guionista norteamericano Ken Levine publicó recientemente una lúcida visión del asunto en su divertido e inteligentísimo blog, The World as Seen by a TV Comedy Writer.
Naturalmente, está en inglés, idioma que muchos de ustedes conocerán cien veces mejor que yo. Sin embargo, con la desvergüenza e insensatez que me caracterizan, me he lanzado a traducir el artículo para aquellos que prefieran leerlo en castellano. Que para algo saqué un 8,5 en Selectividad. Lástima que desde entonces no haya estudiado mucho inglés (ni poco). Pero Mr. Levine me ha dado permiso para hacerlo, y eso me basta.

Que ustedes lo disfruten. Pero con cuidado: contiene spoilers.

YA SE PUEDE MATAR ACTORES

Texto original de Ken Levine:
It’s now okay to kill actors.


Hay una tendencia en televisión que, como escritor, apoyo decididamente: matar protagonistas. Entre las bajas de esta temporada están Denny de Anatomía de Grey; Shannon y las conductoras ebrias (Ana Lucía y Libby) de Lost; Tony, Michelle, el Presidente Palmer y (sniff) Edgar de 24; y, por supuesto, cada semana muere Kenny en South Park. Los actores de Los Soprano han reconocido que contienen la respiración cada vez que hay sesión de lectura de guiones.

Para el público, esto significa que en el drama, las amenazas pueden cumplirse de repente. Antes, cuando Peggy Lipton se metía en líos, ya sabías que conseguiría salvarse. Lo más que podías esperar es que primero se quitara la ropa. Pero ahora, cualquiera excepto Jack Bauer puede morir (e incluso eso podría cambiar en el capítulo final).

Ahora, cuando muere un personaje importante, los fans de la serie sólo están tristes un día, quizá dos si no tienen vida propia. Estamos tan acostumbrados a que se carguen personajes fijos, a que echen a gente de islas, a que los despidan o no los dejen volver a cantar On Broadway en la televisión nacional, que el impacto se diluye. Lo malo de esta costumbre es que uno empieza a protegerse, a no tomar demasiado cariño a los personajes que van apareciendo, por miedo a que se los carguen. (Aunque no pienso que fuese problema con Paris Bennett o Amarosa.)

Pero ninguna de las muertes actuales tendrá nunca tanta repercusión como la que tuvo la muerte de Henry Blake en MASH. El país entero se quedó pasmado y, en muchos casos, indignado. Pero tenía sentido. Aquella era una serie sobre la guerra, y en la guerra la gente muere, incluso la gente que aprecias. En mi opinión, aquel episodio (escrito por Jim Frizzell y Everett Greenbaum, producido por Larry Gelbart y Gene Reynolds) convirtió a MASH en un clásico. Fue desconcertante, fue un terremoto, y no lo olvidemos, fue muy divertido durante los primeros 27 minutos.

Matar personajes principales mantiene al público en vilo. Y lo que es mejor para los escritores, mantiene A LOS ACTORES en vilo. Por fin estamos un poco por encima de las estúpidas y pejigueras sugerencias de los actores; de las rabietas de la diva; de los olvidos de diálogo; de tener a todo el equipo esperando veinte minutos mientras el co-protagonista está al teléfono con otro co-protagonista al otro lado de la ciudad, que también tiene a todo un equipo esperando. Ningún guionista volverá a oír aquello de “no creo que mi personaje dijera eso”. Se acabaron los días en que había que reescribir escenas porque cierta estrella no se veía “lo suficientemente atractivo”. Es algo hermoso. Y tiene su gracia jugar a ser Dios.

Si ahora descubriéramos la manera de matar ejecutivos...

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