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MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA GUIONISTAS / 4

(Publicado originalmente el 28.7.2006)

Pongámonos en antecedentes: vamos a hablar de guiones de televisión. Guiones de series. En ese ámbito, el ritmo de producción es mucho más acelerado que el de una película, y por eso los guiones tienen que pasar varios filtros de calidad, y adecuarse a unos estándares de extensión, duración, estructura, contenido, casting, etc.

Los filtros son tantos que, aun habiendo una Biblia previa que describe el tono y los personajes; aun habiendo consensuado el argumento del capítulo; y aun habiendo sometido a análisis la escaleta del capítulo; algunos coordinadores prefieren reunirse con el autor, una vez escrito el capítulo, para hacer una lectura en común, antes de pasarlo a Producción. Y eso que Producción tal vez organice lo que llaman una italiana: una lectura con director y actores.

A esas reuniones de lectura con el coordinador llegan algunos guiones poco elaborados, y otros muy redondos. Por una sencilla regla de tres, algunos guiones deberían ser muy retocados, y otros muy poco, o nada. Pura estadística, vaya.

Pero no. Todos –y cuando digo todos, ya saben que quiero decir TODOS- los guiones son retocados. Algunos mucho, otros muchísimo. ¿Por qué? Porque para eso se ha organizado la reunión. El órgano crea la función, por decirlo así. Si creen ustedes que el nivel de retoque es directamente proporcional a la necesidad que tenía el guión de mejorar, dejen que cite un par de perlas de un coordinador que tuve en una sitcom:

-Bueno, para que no os vayáis con la moral muy alta, vamos a hacer un par de cambios...
-La escena está perfecta, pero voy a cambiar una frase. Sólo por tocar los cojones...

Y era un coordinador de los buenos. Lo digo sin asomo de ironía. La sinceridad es una de las grandes virtudes.

La narrativa audiovisual es una compleja mezcla de arte e industria. En la televisión, la balanza se inclina un poco más hacia el lado de la industria, y todos los procesos –incluido el de redacción del guión- están sistematizados. Y por si no lo sabían, tarde o temprano todos –TODOS- los sistemas acaban teniendo más importancia que los objetivos para los que fueron creados.

El consejo de hoy es una respuesta natural a esa corrupción: sabemos que alguien a quien se le da una guadaña acabará segando algo. Así que más vale que le demos algo que segar, no vaya a ser que siegue algo a lo que tenemos cariño. Así que ahí va la regla de oro, La Maniobra 36:

Nunca –NUNCA- entregues un guión perfecto. Porque los jefes siempre –SIEMPRE- lo cambiarán. Escríbelo lo mejor que sepas, y luego añade –por ejemplo, en la página 36- un elemento absolutamente intolerable, para que el jefe pueda eliminarlo, y sienta que ha cumplido con su deber. Así evitarás que cambie otras cosas que querías conservar.


Y como en otras ocasiones, les dejo un postre: los Pequeños Consejos para Cortometrajistas de Nacho Vigalondo.
Disfruten.

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