12/8/07

MIG

(Publicado originalmente el 26.7.2007)


La semana pasada estuve en Córdoba, aprovechando que el sábado se celebraba el Mercado Itinerante de Guión: un puñado de elegidos tuvieron la oportunidad de presentar sus proyectos de guión ante una importante representación de productores. Estuvieron presentes Marta Artica (desarrollo de Lolafilms), Marisa Fernández (desarrollo de Mediapro), Jordi Gasull (vicepresidente de Columbia), y Guillem Vidal-Folch (producción de Sogecine), entre muchos otros.

Me consta que algunos de los guionistas que acudieron a realizar su pitching tenían la secreta esperanza de vender sus guiones allí. El mismo sábado, en Córdoba. Pensaban que, como Harvey Weinstein en Sundance, alguno de los productores presentes le acorralaría en la habitación de un lujoso hotel y le obligaría a firmar un contrato. Una perversa fantasía sexual. Llámame puta, estaban deseando decir.

Pajas aparte, en la mesa redonda del viernes por la tarde, los productores dejaron claro cómo está el percal: Lolafilms y Mediapro no aceptan guiones, y Sogecine sólo argumentos. Pero Guillem Vidal-Folch advierte que, en todos los años que lleva trabajando en Sogecine, no ha visto producirse ni una sola película procedente de un guión no solicitado. Lo mismo ocurre en Mediapro. En cuanto a Lola, sólo lo hizo una vez: el resultado fue Tuno Negro. Curiosamente, fue la película española más taquillera de su año, pero no por ello ha cuajado el ejemplo. Ojo al dato: tres de las mayores productoras del país sólo han producido UNA película sobre un guión no solicitado.

El dato es desolador, pero no afilen aún sus cuchillos. Todo tiene una explicación. Y si bien no hay una solución clara (nunca hay una equis marcando el lugar, que diría Indy), sí que hay algunas pistas para comprender el problema y enfrentarlo.

Hay que tener en cuenta varios factores: por un lado, la capacidad productiva de las empresas es muy reducida. La productora más grande y más prolífica no hace, en ningún caso, más de cinco películas al año. Y no todos los años. Por otro lado, es obvio que la calidad y/o viabilidad de esos guiones no solicitados es, en general, menor que la de guiones de profesionales. Pero hay un tercer factor: y es que nadie quiere dirigir de encargo.

Nadie.

A algunos de los representantes se les veía hasta cabreados con el asunto: habían leído todos esos guiones, la mayoría malísimos; habían encontrado alguno que merecía la pena; habían contactado con el autor y le habían contratado para desarrollar el guión, reescribir aquí y allá, dejar listo para producir; y entonces habían empezado a buscar director. Y nadie –NADIE- quería dirigirlo. Ni siquiera pudiendo reescribir las partes que no le gustasen. Ni siquiera con total libertad creativa. Prefiero dedicarme a mi proyecto, dicen los directores. Incluso cuando no tienen proyecto.

Tienen tan claro que son ellos quienes atraen el interés de las productoras, que se tiran el órdago de rechazar una buena oferta, con un buen guión, a cambio de convertirse en el auteur total, el que se lleva el 75% de la recaudación por derechos de autor.
La conclusión está clara, y nos lo decía hace poco Antonio Trashorras en el Manual de Supervivencia: un guionista necesita asociarse a un director para sobrevivir en el mercado. En España, el primer activo de una producción nunca es el guión, sino el director. De hecho, comentaban los productores en Córdoba, más de un guionista se ha metido a director por pura desesperación.

De manera que, antes de ponerse a imprimir, encuadernar y enviar copias de su guión por las productoras de este gran país, tengan bien en mente que hay una posibilidad contra mil de que lleguen a venderlo. Intenten antes atraer la atención de un director.

¿Significa esto que los que hayan acudido al MIG a presentar un proyecto sin director han perdido el tiempo y el dinero? No exactamente.

Por un lado, la situación podría cambiar. Es un hecho que hay crisis, y no parece que el cine de autor sea la solución. Quizá, de tanta escuela de cine, tanta serie de televisión y tanto concurso de cortos, poco a poco vaya saliendo una nueva generación de directores profesionales, con más talento que ego.

En segundo lugar, uno no sólo va a estos sitios a vender un proyecto, sino a venderse a sí mismo. Un buen pitching es una demostración de talento. Y los productores necesitan talento. Muchos de esos directores que quieren dedicarse a “su proyecto” necesitarán un guionista profesional que lo escriba, o co-escriba, de encargo. Así que nunca está de más aprovechar la oportunidad de demostrarle a cuatro de las mayores productoras de España lo bueno que es uno.

En tercer lugar, pero no menos importante, el patio de la Filmoteca de Córdoba fue un buen sitio para el networking. Algún que otro guionista que no había sido seleccionado para el pitching, fue lo bastante despierto como para ir de productor en productor presentándose, y comentando muy brevemente que tenía un proyecto que le gustaría someter a su consideración. Todos se mostraron abiertos e interesados. Sólo hace falta ser breve y educado.

Y no es una perogrullada.

Les sorprendería la cantidad de emails que reciben los jefes de desarrollo sin una mísera presentación. Sólo un texto del tipo "Aquí envío mi guión”, el documento adjunto... Y ya. Algo equivalente a colarte en el guardarropa de los Goya a dejar copias de tu guión en el bolsillo de los abrigos.

Tampoco escasean los que llaman a las productoras diciendo que tienen un guión de comedia, pero una comedia divertida, no como esas mierdas que estáis haciendo. O los que insisten en enviar guiones de ciencia-ficción a gente como Elías Querejeta, y o viceversa: guiones de realismo social a Filmax.

En la mesa redonda del viernes por la tarde, Marta Artica resumía de forma bastante clara lo que ella entendía que debía hacerse para acercarse a una productora: lo primero, informarse. Saber con qué tipo de productora se está hablando. Al escribir un email, hay que hacer una pequeña presentación del proyecto. Nada especial, sólo dos o tres párrafos contando quién escribe, qué ha hecho, y qué tipo de película envía. Y después, si se tiene algún corto producido, enviarlo también. Y sobre todo, no hacerse ilusiones a corto plazo. Marisa Fernández lo llamaba muy agudamente síndrome de Operación Triunfo: hay demasiado pseudo-guionista que pretende hacerse rico y famoso antes de llenar las mil primeras páginas.

En conclusión: una experiencia positiva, si se toma (en palabras de Antonio Trashorras) como una “inversión a medio-largo plazo en materia de relaciones profesionales”. Según Jordi Gasull, de Columbia, la experiencia fue muy buena, y repetiría: abcguionistas le había ahorrado un montón de trabajo al seleccionarle los mejores de entre doscientos guiones, y organizarle una presentación en un solo día. No hay garantías de que alguno de ellos se produzcan. Pero tampoco faltan precedentes esperanzadores.

Háganme caso para la próxima vez: si tienen un guión, vayan a presentarlo. Si no lo tienen, o no les seleccionan, apúntense como observadores. Aquí se cuecen cosas. A fuego lento, pero se cuecen.

Y los que vayan a presentar, o para aquellos que lo pasaron mal presentando, repasen y pongan en práctica Los Diez Mandamientos del Pitching.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen análisis. Pero me queda una curiosidad: si el mayor motivo para que no se acepten guiones que no son de encargo es que NADIE los quiere dirigir, cuando el/la guionista que lo ha mandado está dispuesto/a a dirigirlo, ¿entonces sí se colocan?