4/8/07

PERSONAS DE INFERIOR CALIDAD

(Publicado originalmente el 26.6.2006)


Estoy metido en un proyecto muy apetecible por varias razones. En primer lugar, todos mis compañeros guionistas son conocidos, e incluso amigos de hace años. Además, es mi primera serie como coordinador. Y algunos miembros del reparto me parecen excelentes actores. Y es una comedia, mi género favorito.

Demasiado perfecto para ser verdad, ¿no?

Pues sí. ¿Y cuál es el truco? Pues que tiene un patrocinador: una empresa que no es una cadena televisiva, que pone pasta para desarrollar el proyecto. Y claro, tiene que dejar su cagarruta.

No es que me obliguen a hacer publirreportajes, ni a meter diálogos del tipo

FULANO.- ¡Vaya peluco te has comprado!
MENGANO.- Sí, es el mismo que llevan Antonio Banderas,
Julio Iglesias, y otros conocidos seductores latinos
que triunfan en Norteamérica
.

Pero es un patrocinador, y tiene el mismo problema que todos –TODOS- los patrocinadores: quieren que llueva a gusto de todos. Y aún peor: pretenden no molestar a nadie.

Con una comedia.

Obviamente, esta gente no se ha acercado en su vida a menos de 500 metros de un ejemplar de la Poética de Aristóteles. Porque allí habrían leído esto:

La comedia es la imitación de personas de inferior calidad,
pero no de cualquier especie de vicio,
sino sólo de lo risible, que es una variante de lo feo.
Pues lo risible es un defecto y una fealdad sin dolor ni perjuicio...

Lo malo del asunto es que no se puede explicar esto a la gente que pone el dinero. Porque el dinero, cuando lo posees en cantidades inmensas, te provoca la insensata idea de que nadie más pobre que tú puede enseñarte nada importante.

Y hay algo muy importante que alguien debería poder explicarles: las comedias amables sólo tienen éxito si sale Meg Ryan. La comedia tiene que hacer hincapié en el cutrerío, la miseria y el ridículo de sus personajes. Porque si no, no es comedia. Es aburrimiento con chistes.

Pero a esta gente ni siquiera le importan las audiencias. Ellos ponen la pasta por adelantado, y sólo quieren que la serie refleje sus principios empresariales. (?) Y, sobre todo, que nadie –NADIE- se queje. El terror de esta gente no es la Tercera Guerra Mundial, ni la gripe del pollo, ni que se acabe House de repente.

Estos tíos viven con la angustia permanente de recibir una carta de una asociación vecinal en, pongo por caso, Moscas del Páramo, provincia de León. Una carta que diga que los vecinos de la asociación están tan ofendidos por el contenido de la serie, que han decidido dejar de comprar sus productos. Ellos, los TRES vecinos de la asociación.

Para evitar este tipo de terribles problemas, un ejecutivo de la empresa patrocinadora me acaba de enviar varios guiones corregidos con la intención de rebajar la zafiedad, la incorrección política y las expresiones sexuales a niveles digeribles por un, digamos, NEONATO.

Una de las cosas que más han molestado al ejecutivo en los guiones que ha leído es una trama en la que un personaje -al que hemos presentado como un seductor incorregible- pretende ligarse a una chica que va para monja.

A quién se le ocurre, ¿verdad? Ligar con monjas. Eso molestaría a un amplio sector del público. ¿Verdad? A pesar de que la chica no llega a tomar los hábitos, ni el ligón consigue seducirla. Es más, ella ni siquiera llega a aparecer. Sólo hablan de una chica que va para monja. Pero el público español no toleraría esas zafiedades.

¿VERDAD?



No estoy intentando comparar nuestros simples guiones de telecomedia con la pluma de Zorrilla. Sólo me lamento de lo cobarde que es el dinero: El Tenorio lleva siglo y medio largo sobre los escenarios, y se enseña en los colegios. Pero las grandes empresas siguen pensando que no se puede poner en entredicho la castidad.

Hay algo especialmente terrible en todo esto. Y es que ni siquiera el ejecutivo piensa que haya algo censurable en la trama. Cara a cara, ese ejecutivo es una persona normal, inteligente, que disfruta con las comedias como todo el mundo en su sano juicio. Pero, a la hora de la verdad, se convierte en un verdugo implacable al servicio de algo en lo que no cree.

Y así, a base de tomarnos por gilipollas, poco a poco, nos van volviendo gilipollas de verdad.

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