4/8/07

REUNIONES

(Publicado originalmente el 28.5.2006)


Odio las reuniones.

Cualquier persona ocupada, con cosas que hacer, detesta las reuniones. ¿Y saben por qué? Porque los mediocres y los vagos las adoran. Son su coartada: cuanto más se reúnan, más aparentan estar trabajando y haciendo algo. Pueden abrir su agenda y demostrar que tal día estaban reunidos.

La reunionitis es el peor cáncer del negocio del espectáculo. El 99% por ciento del tiempo invertido en reuniones es absolutamente estéril. Porque los vagos y los mediocres las eternizan con comentarios inoportunos, discusiones absurdas y proposiciones disparatadas.

Gracias a mi temeridad, que me ha llevado a trabajar en dos series a la vez –en una de escaletista, en otra de coordinador-, este mes he tenido una media de cinco reuniones semanales, de las que duran todo el día. Varias en fin de semana. Algunas, a 400 kilómetros de casa. Y en junio será igual. Pero estoy bien. Porque son reuniones de guionistas. Y eso marca ciertas diferencias:

a) Sólo hay guionistas. Gente que aprecia el tiempo de sus oyentes. Gente acostumbrada a que el público se largue cuando su discurso aburre.

b) No hay gente con corbata. La gente con corbata me agobia. Hay encorbatados majísimos, inteligentes, y con una interesante conversación. Pero esa prenda... Sólo sirve para apretar el cuello, y dificultar el riego cerebral, con evidentes consecuencias para la salud mental.

c) Al final de esas reuniones, hemos creado cosas que antes no existían. No mareamos la perdiz. No se trata, parafraseando a Woody Allen, de convertir una mera noción en concepto, para más adelante transformarla en idea. Al final de una reunión de guionistas, sobre la mesa hay un capítulo. A veces varios. No terminados, claro. Sólo son esqueletos. Pero nosotros sabemos de qué va. Si al final de una reunión no hemos sacado adelante un montón de minutos de ficción, nos vamos a casa con una sensación de desastre. Aunque casi nunca nos pasa.

d) Y sobre todo: no parece que estemos trabajando. Sólo somos un grupo de personas charlando amigablemente. A veces descalzos, a veces levantando la voz. A veces callados y meditabundos.

Normalmente, las productoras ofrecen sus oficinas para las reuniones. Hace nada, nos cedieron una sala diáfana con balcones a la Castellana en la que, literalmente, se podía montar en bicicleta. (Y montamos, claro).

No está mal para las reuniones de la telenovela, que son más tranquilas y sesudas. Pero para la sitcom prefiero reunirme en casa, lejos de los jefes y la gente de Producción. No me caen mal, ni nada de eso. Es sólo que... Es difícil explicarlo. En El Lado Oscuro del Corazón, Sandra Ballesteros decía una frase maravillosa: “nunca veas a una puta por la mañana”.

Esto es algo parecido. Una reunión de guionistas es como una partida de mus: el que no sabe jugar, no entiende nada. Apenas puede creer que está viendo un juego con unas reglas y un objetivo. Ejemplos:

• Hace que hace años, me reuní varias veces con dos amigos guionistas –hoy famosos los dos, mecachis- para sacar adelante un largo y un piloto de una serie. Las discusiones no duraban más de cinco minutos: a partir de ese momento, caían hostias.
Pongamos por caso que uno de los guionistas sugería sacar a una vieja en ropa interior (sugerencia real de un nominado al Goya). Pongamos que los otros dos rebatían esa idea con sólidos argumentos: se sale del tono; está fuera de lugar en esta escena; distrae la atención de lo que realmente importa, que es tal y cual; no concuerda con lo que hemos sembrado en la sec. 8, etc. Imaginemos que el nominado al Goya insistía: pero es que sería muy gracioso.

Ahí empezaban las hostias.

Porque, a pesar de lo que pueda parecer, esto es un trabajo muy serio. Hay un montón de empleos que pueden llegar a depender de nuestra eficiencia. Y no es serio rebatir argumentos con opiniones. El que lo hacía, se iba calentito. Alguna toña me cayó a mí. Pero, por supuesto, el que más recibió es el que hoy es más famoso.

• En otras de las últimas reuniones, venía otro amigo nominado al Goya. Nos reuníamos fuera de Madrid, y yo tenía que recoger a los guionistas en la estación de tren. Nada más llegar, al nominado hubo que llevarlo a Urgencias. Le dolía horriblemente... Un pie. Teníamos dos jornadas para sacar adelante un capítulo y empezábamos la primera en Urgencias. Bien. Cinco horas después, el pobre dormía a pierna suelta en mi cama mientras el otro guionista y yo sacábamos adelante la escaleta del capítulo.

Aunque todo acabó bien, comprenderán que para cualquiera que no esté en el ajo, es muy difícil considerarnos gente seria y trabajadora. Y cuando la reunión es en la productora, casi siempre aparecen mirones. Vienen sin mala intención, pero cortan el rollo, qué quieren que les diga. Ya saben lo que se dice en el mus: los mirones son de piedra y dan tabaco.

Subtexto: si no juegas, sobras.

Sobre todo en las reuniones de la sitcom, que tienen un aspecto realmente lamentable: paseos por el campo, cañitas en una terraza, juegos malabares, pachangas de minibasket en mi cuarto, fontanería casera, y algún que otro pelotazo en la cara.

Y todas esas actividades son productivas. Nos ayudan a estar relajados, a ser felices, a escribir cosas divertidas. Es por eso por lo que nos pagan: por escribir cosas divertidas. No por parecer una buena inversión.

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